El nuevo papel del arquitecto y urbanista en la perspectiva de un desarrollo sostenible
“La organización es el problema y no el punto de partida axiomático de la investigación”. J. Needham.
En un momento crítico de la profesión y del mercado, ¿cómo se enfrenta el arquitecto a la hidra multicéfala en la que se ha convertido el concepto de sostenibilidad? Frente a las actitudes de oportunismo mediático o de capitulación ante las normativas, tratemos en este artículo de retomar las riendas de la disciplina para abordar el problema desde una óptica científica, incorporando conceptos como la infodiversidad y la serendipia a los análisis urbanos. Aprovechemos la visión global inherente a la profesión para arrojar algo de luz sobre los problemas presentes y futuros de las ciudades mediante la perspectiva de la ecología urbana; desde la medina árabe, pasando por la Ville Radieuse y llegando a las propuestas de ciudad inesperada de Koolhaas.
Desde que se formulara por primera vez el término de desarrollo sostenible en el informe Brundtland[1], tras los estudios previos del Club de Roma[2], la sostenibilidad ha derivado principalmente hacia una etiqueta comercial de casi cualquier producto, actuación o iniciativa política. Sin embargo, a pesar de tratarse de un concepto verdaderamente paradigmático de nuestra época, su aplicación sesgada en ámbitos independientes hace que el término comience a desdibujarse y su significado se desvirtúe.
Apostemos por un entendimiento global del concepto de sostenibilidad, aunque ello conlleve cierto grado de utopía. Sería imprescindible usar el adjetivo sostenible sin limitarlo al apartado ambiental, incorporando sin duda los aspectos sociales y culturales de la actividad humana, en una concepción holística que valore el todo, las partes y su interdependencia, tal y como incidían Joan Subirats y Jeremy Rifkin en el I Encuentro Internacional de Urbanismo Sostenible celebrado este abril en Vitoria.
Centrándonos en el quehacer arquitectónico, estas cuestiones resultan especialmente relevantes al tratar el desarrollo sostenible en arquitectura como generación de escenarios para las actividades sociales. La especie humana presenta un comportamiento profundamente social que ha desarrollado un grado de complejidad muy alto en sus interrelaciones. Las necesidades humanas se satisfacen mediante una amplia serie de procesos y transacciones de altísima sofisticación. Como base de la actividad social, el ser humano ha construido escenarios reales y virtuales de intercambio. Cuanto mayor es el intercambio, mayor grado de progreso alcanza esa sociedad. Esta concepción de los asentamientos humanos como tejidos de información es análoga al funcionamiento de la biodiversidad: cuanto más rico el ecosistema, más nivel de información genético e intercambio material y energético.
El paradigma no es nuevo: lleva formulado más de dos décadas. La metodología que a continuación presentamos sí lo es: la recuperación del método científico para cuantificar el impacto material e informativo de las acciones constructivas en el tejido urbano y social en el que se implanta, con vistas a un verdadero desarrollo sostenible de los ecosistemas.
Diferencia entre concepto “ecológico” y “sostenible”
El marco en el que el informe Brundtland centra la actuación para un desarrollo sostenible considera tres ámbitos claramente diferenciados: económico, medioambiental y social.
Con el objetivo de mejorar las condiciones de sostenibilidad, y como consecuencia del nacimiento y evolución del pensamiento ecológico centrado en la protección del medio y el ahorro de energía, el gremio de la construcción y la arquitectura se ha centrado en las dos últimas décadas en el campo de las mejoras medioambientales. Sus planeamientos y su metodología han perfilado un concepto de arquitectura ecológica aceptado y conocido mediante la siguiente fórmula simplificada:
Analizando cuál es el papel que el arquitecto puede desempeñar en la sociedad, y asumiendo que las ingenierías y ciencias físicas dominan el campo de la eficiencia y la lucha contra la contaminación (consumo de recursos + emisiones de residuos), el papel del arquitecto se ve arrinconado a aplicar, mejor o peor, las pautas que la política y la industria de la construcción van marcando, con la incorporación de las nuevas tecnologías: paneles captadores, fotovoltaicos, materiales bajo-emisivos, trigeneración, etc.
Sin embargo, tal y como hemos visto en los planeamientos conceptuales del informe Brundtland, el concepto de desarrollo sostenible nos ofrece un nueva perspectiva, aporta los factores social y económico, y abre las posibilidades de intervención del gremio del arquitecto. Este nuevo prisma aglutinaría los conceptos social y económico en lo que denominaríamos desarrollo.
Esta fórmula genérica merece ser matizada para aplicarla a la praxis arquitectónica y urbanística. Si asumimos que ciudad y arquitectura se generan como escenarios para el intercambio de información que haga progresar la sociedad, entonces el carácter sostenible de los mismos estará en función de la actividad que puedan generar y albergar.
Por ilustrar un poco la fórmula, podemos explicar que si se construyen dos edificios o tejidos urbanísticos que suponen un grado igual de contaminación, pero uno genera mayores grados de transmisión de información entre sus agentes que el otro, ¿son ambos igual de sostenibles? Claramente no.
El quid se encuentra en haber desarrollado el mecanismo de evaluación de la INFODIVERSIDAD, tanto de un edificio como de cada punto de un tejido urbanístico, ambos calculados mediante la unidad ing/m2.
A continuación, explicamos las definiciones de estos conceptos y sus mecanismos de evaluación. Para ello analizaremos primero los ecosistemas biológicos, extrayendo aquellas pautas de funcionamiento que nos ayuden a entender de los ecosistemas sociales que el hombre genera en las ciudades.
Complejidad y diversidad en los ecosistemas biológicos
Tomemos la definición implícita del filósofo francés Edgar Morin[3] de la ecología como “la ciencia de las interacciones combinatorias / organizadoras entre cada uno y todos los constituyentes físicos y vivientes de los ecosistemas”.
La organización se genera a partir de encuentros (interacciones) que se producen gracias a un cierto dinamismo aleatorio (desorden) y a la existencia de algunas leyes de enlace (orden). Este fenómeno retroalimenticio explica que los cuatro eslabones formen parte de un bucle y no de una secuencia unidireccional.
En el vínculo entre la interacción y la organización existe una fase de estado intermedio en el que la interacción se convierte en interrelación y aparece un sistema que puede potenciar en su seno las interrelaciones y el aumento de la organización, que fortalecerá al sistema y así sucesivamente.
El carácter complejo del sistema reside precisamente en fomentar simultáneamente el orden y el desorden, claves ambos para conjugar la organización del mismo.
En las complejas relaciones entre los agentes de los ecosistemas, se sucede la inevitable pérdida de energía y calidad del medio, mediante el desperdicio de calor, la contaminación, o pérdida de información. A este concepto se le denomina entropía, y volverá a ser un punto clave en la eficacia de los sistemas, especialmente los urbanos, y nuestro papel como urbanistas.
La diversidad es otro concepto presente también en los procesos físicos, una característica que cobra especial relevancia en la dinámica de estos procesos que llevan a generar y equilibrar un ecosistema. La diversidad crea las condiciones para la organización, y la organización favorece e integra la diversidad. Como vemos, todas las relaciones en los sistemas son recíprocas a varias bandas: es un signo de la complejidad.
El clímax del ecosistema es un estado estacionario pero no estático, ya que la propiedad fundamental de la organización en los ecosistemas no es la estabilidad, sino la aptitud para la reorganización, la constante capacidad para evolucionar ante lo nuevo, que dota al ecosistema de fortaleza, flexibilidad y capacidad de evolución.
El ecosistema se autoorganiza y autorregula de forma lógica y heurística a pesar de no tener un centro de mando.
La organización cuenta con una herramienta fundamental para la regulación y articulación del ecosistema: esta herramienta es el tejido comunicacional. La transmisión de información constante (en mayor grado genética, pero también señalética y lingüística) entre individuos de una misma especie y entre distintas especies es un factor primordial de interacción en el sistema.
Complejidad y diversidad en los sistemas sociourbanos
La ciudad es simultáneamente un ecosistema biológico y un ecosistema sociourbano. En ambos casos es un núcleo de organización surgido del bucle desorden / orden / interacciones.
Como ecosistema biológico, la ciudad presenta un altísimo nivel de artificialización, con una asimetría considerable en la organización física-vivente. En el ecosistema sociourbano, la especie dominante es la especie humana, si bien su papel dominante no significa que su nivel de biomasa sea de relevancia en los bucles tróficos. Como ecosistema biológico, la ciudad presenta unos niveles de entropía altísimos, que solo se sostienen por su dependencia feroz de otros ecosistemas de los que se nutre.
Como sostiene Edgar Morin, los ecosistemas sociourbanos presentan un orden mayor que el del ecosistema natural. Un orden que viene determinado principalmente por las reglas culturales, las organizaciones e instituciones económicas, políticas y sociales.
Los ecosistemas urbanos gozan de un metabolismo y de una complejidad de información y de bits transmitidos que supera en mucho a los naturales. Las interrelaciones humanas generan una enorme cantidad de información, y nos convierten en una especie altamente portadora y en el protagonista principal del tejido comunicacional.
En opinión del urbanista Salvador Rueda[4] y la bióloga Pilar Andreu, el ecosistema urbano se justifica solo en base a esta generación de información, para la cual genera colateralmente una gran cantidad de entropía, que llevaría al colapso si no fuera porque esta exporta esta entropía a los ambientes de entrada y salida.
Sin embargo, el elevado control consciente ejercido por la especie humana ha centralizado la regulación y restado capacidad al factor espontaneidad: se ha sustituido la autorregulación sin centro por la planificación humana. Podemos decir que en los ecosistemas sociourbanos, los factores diversidad y espontaneidad difícilmente pueden llevar al clímax del ecosistema mediante procesos de autorregulación, ya que están gravemente constreñidos y predefinidos por la planificación urbanística y social. Esto significaría que un plan urbanístico erróneo estaría obligando al ecosistema a funcionar en condiciones deficitarias.
Primer factor del segundo bucle tetralógico: la infodiversidad.
La característica principal que ha de presentar el sistema para dar lugar a interacciones es la diversidad. En ecosistemas biológicos, sabemos que esta garantía es la biodiversidad. En los ecosistemas sociourbanos, el concepto de diversidad afecta al complejo sistema de información humano: es un concepto aglutinador que llamaremos infodiversidad.
La infodiversidad fomentará una mayor riqueza de interacción (intercomunicación) que dará lugar a las emergencias, es decir, novedades positivas. Este es uno de los principales factores de la complejidad en las ciudades. La concepción de los asentamientos humanos como tejidos de información es análoga al funcionamiento de la diversidad en los ecosistemas naturales: cuanto mayor es la variedad de especies, más nivel de información genética e intercambio material y energético y más rico el ecosistema.
En el lado opuesto, entropía urbana significa energía liberada en forma de calor, por un lado, y generación de residuos no reutilizables, por otro. También significa segregación social, aislamiento, pérdida de información en forma de marginación, de dispersión, de olvido. La entropía urbana es desorden energético, material y social. En su lucha de Sísifo contra la entropía, la complejidad en las ciudades ha de combinar, como veremos: densidad, infodiversidad y serendipia.
Segundo factor del segundo bucle tetralógico: la serendipia
Las ciudades como escenarios de interacción han sido garantía de progreso no solo por albergar transacciones premeditadas, sino por ser un lugar de oportunidad de encuentro casual. Este hallazgo casual que pueda llevar a un avance notable en la trayectoria de un individuo o de una comunidad es lo que denominaríamos serendipia.
Este concepto depende estrechamente de los bits de información que existan en ese entorno. La complejidad de un tejido urbano o de un nudo de comunicaciones, la superposición de flujos y usos garantizan la serendipia y con ello las posibilidades de intercambio (y de progreso) entre los seres humanos. En la analogía física, la serendipia son las condiciones de encuentro entre los elementos para que las interacciones tengan lugar, como concepto avanzado de espontaneidad del sistema.
Los tejidos urbanos como tejidos de información
Si en los ecosistemas biológicos el tejido comunicacional es uno de las manifestaciones de la organización del sistema, es en los ecosistemas sociourbanos donde este tejido cobra una importancia fundamental en la génesis de interacciones que lleven a esta organización sistémica.
Para generar las emergencias, es decir, las novedades positivas que mejoran un sistema, los arquitectos debemos retomar algunas estrategias y proponer otras nuevas. Debemos tratar de cuantificar la influencia de la infodiversidad, parametrizando algunas de sus características y no dejarlas a expensas únicamente de las leyes del mercado:
– Complejidad urbanística medida en número de actividades y usos diferentes por célula urbana.
– Diversidad de actividades valorando la especialización, singularidad, accesibilidad y el carácter no excluyente de las mismas.
-Bits de información por individuo y su distribución en el tejido urbano.
– Flexibilidad de los escenarios y capacidad de mutación para albergar futuras actividades que propicien la evolución del ecosistema humano.
La simplificación tenderá hacia la entropía del sistema; ahora sabemos que en épocas pasadas se han cometido graves errores en el planeamiento:
-La imposición de especialización reduce e inhibe la diversidad que ha creado el desarrollo organizacional.
– El predominio del orden repetitivo ahoga la posibilidad de diversidad interna y se traduce en sistemas pobremente organizados y pobremente emergentes.
– La diversidad extrema (sin equilibrio) hace estallar la organización y se transforma en dispersión.
(In) conclusión
Si atendemos a los parámetros que hemos descrito como indicadores de sostenibilidad de un ecosistema urbano, se dibuja ante nosotros una ciudad densa en actividades, con diversidad de usos, cohesionada socialmente, optimizando consumos energéticos mediante la reducción de los desplazamientos y abierta a la flexibilidad de encuentros.
Hemos cerrado el bucle recorriendo la senda de la física cuántica y de la biología para entrar de nuevo por las puertas de nuestra propia ciudad, la ciudad mediterránea. La urbe compleja y diversa que hemos heredado de la civitas romana, de la polis griega y de la medina árabe resulta ser mucho más “eficiente” en términos contemporáneos que la town importada del modelo anglosajón. El sueño de la razón de la Ville Radieuse ha producido el monstruo de la dispersión urbana, la depredación del territorio, la multiplicación de los desplazamientos, la segregación y los asentamientos difusos en una explosión brutal de entropía urbana.
Las propuestas urbanísticas de Koolhaas, fascinado por la indómita ciudad asiática, invadida de vendedores ambulantes, aromas de especias, coches y perros callejeros en un laberinto permanente, parecen ser un reflejo de este cóctel de infodiversidad, serendipia, orden y desorden, donde los niveles de entropía son elevadísimos, pero la eficiencia global del sistema muestra unos altísimos índices de sostenibilidad. Índices tan solo amenazados por jugar en los límites del colapso por congestión.
La reflexión acerca de cuáles son las llaves de la sostenibilidad para el arquitecto se encuentra más allá de la realización de edificios bioclimáticos o apoyados únicamente en la técnica de los paneles fotovoltaicos y las cubiertas ajardinadas. Si en algo ha de sobreponerse el término formulado por Brundtland al torbellino de eslóganes publicitarios que lo pervierten es en la necesidad de intersectar las tres esferas, social, económica y medioambiental, y ahora sabemos que una de las claves común a estas tres esferas es la actividad generada por la infodiversidad, y que nuestra ciudad mediterránea es uno de los escenarios más idóneos para que este juego de interacciones tenga lugar.
Malgrat el llenguatge un pèl enrevessat del text, l’he trobat molt interessant…
Mentre el llegia em recordava de la seguent cançó d’en BenLee:
Es una mica cursi i bonista, pero trobo que la lletra casa amb la idea de l’article!
:)
You are doing so well, and we are all so proud of you. God bless!