Reforma urbanística y génesis de la degradación: el caso de la afectación del PGM sobre el barrio de Vallcarca en Barcelona

Este texto será un intento de abordar los cuarenta años del barrio de Vallcarca que van desde la planificación de los túneles de Collserola[i] hasta la actualidad, los reconstruiremos, o lo empezaremos a hacer, a partir de los planes urbanísticos que lo han “afectado”, y de las relaciones que los vecinos han entramado con ellos. La historia que aquí se propone se enmarca en un proceso mediante el cual se ha ido destruyendo el valor de mercado del barrio para crear, en el momento oportuno, las condiciones de beneficio para su revalorización capitalista (Smith, 1979). En el texto se pondrá el acento en lo que se ha denominado “narrativas legitimadoras” (Franquesa, 2007; 2010), que mientras quitan valor de cambio al espacio-mercancía muestran cómo la reforma planteada, con su carácter higienizador, sería intrínsecamente necesaria. Como enfatiza Franquesa, la consideración del espacio como mercancía es una abstracción del urbanismo que desvincula el espacio mismo de la componente social y experiencial de los que lo generan al ocuparlo y practicarlo (Lefebvre, 1974; Certeau, 1979), y que se apoya sobre metáforas y prejuicios que retóricamente hablan de degradación social.


La condena a la afectación del barrio

Vallcarca está afectada desde la entrada en vigor del Plan General Metropolitano (PGM) de 1976, cuando se quiso mantener la zona intocable, aunque ya a principios de los setenta[ii] no se creía en la actuación del proyecto del túnel de Penitents. El PGM de 1976 preveía proseguir la autopista urbana “vía O” en dirección Collserola en la zona de Vallcarca. Ni siquiera el Pla especial de reforma interior de Gràcia de 1985, que anuló la afectación de la “vía O”, trató de quitar ese peso a la avenida de Vallcarca, entonces llamada avenida Hospital Militar.

Años más tarde, intervino la Modificación del Plan General Metropolitano (MPGM) de 2002, que ajustaba el precedente planeamiento a la situación actual y más favorable de la época, y que planteó hacer, de la avenida Hospital Militar, un vial ajardinado con doble sentido de circulación. Eso conllevaba el derribo de todo el lado Llobregat de la calle Bolívar, hasta la casa modernista Comas d’Argemir, y el realojo de los vecinos de la zona que se derribaría en la proximidad del puente de Vallcarca. Otro vial hubiera subido de la avenida hacia la plaza Mons, que se encuentra en la salida Besòs del puente de Vallcarca. De esta manera, el núcleo más antiguo y deteriorado del barrio hubiera padecido una radical transformación, acentuada por el plan —rastro de un anterior proyecto de reforma interior del sector Farigola de 1993 que no tuvo seguimiento— de ensanchar también la calle Farigola.



El año 2008 se corrigieron algunos errores del precedente plan y se aprobó el Plan de Mejora Urbana (PMU), sentencia final sobre la ejecución en la que participaba, junto a la administración pública, una conspicua inversión privada, práctica muy frecuente en las dinámicas de reapropiación capitalista de la ciudad (Delgado, 2008)[iii]. La idea de fondo era crear corredores verdes entre el Putxet y el parque Güell, y entre la plaza Lesseps y Collserola. Vallcarca quedaba obsoleta, descuidada, pero siempre potencialmente atractiva para inversiones en medio de sus cuatro fronteras: por debajo la plaza Lesseps, Gràcia y el eje central que conduce al centro de la ciudad; en la parte alta del mismo eje, encima del viaducto, la avenida Esteve Terrades, en aquel tiempo ya en reforma y hoy en día acabada, hasta las faldas de Collserola; por el lado Llobregat, el parque del Putxet, y por el lado Besòs, el parque Güell. Era un barrio liminal, que necesitaba ser reformado para adaptarlo a su entorno, donde se había concentrado una población vulnerable e indeseada en un paisaje ameno que permitía disparar el “rent gap” (Smith, 1987) entre precio de adquisición del suelo —que se fijaba en alrededor de 150-200 euros/m2, según su estado de conservación y vejez—, y precio de venta de los pisos —alrededor de 3500 euros/m2 en 2003[iv], y aún superior en los años siguientes[v]—.

La manera de llevar a cabo el proceso de reforma y la preocupación que generaba la sombra constante de la especulación inmobiliaria sobre el estado de devaluación del barrio y sobre la vulnerabilidad económica y legal de los afectados respecto a la instituciones públicas y a grandes empresas constructoras rodeadas de abogados, impulsaron una resistencia vecinal de varios años.


Recorriendo el barrio suspendido de la historia

El barrio nació durante la primera mitad del siglo XIX en un proceso espontáneo de construcción de casas y torres por parte de personas de Barcelona, de clase social medio-alta, que se podían permitir una segunda vivienda alejada de la ciudad, en una zona verde, montañosa y no urbanizada. En pocos decenios, se pasó de un paisaje de casas para veranear —relativamente aisladas e independientes respecto a cualquier tipo de planificación—, a una conformación de poblado habitado de manera estable y que seguía una mínima alineación de los edificios que se iban construyendo junto a huertos y jardines. Esta primera urbanización fue aprobada por el Ayuntamiento de Horta, al que Vallcarca pertenecía desde mediados del siglo XIX. Jaume Fabre (1976) nos informa de cómo la Vallcarca del siglo XX ha ido cambiando de fisionomía y de población respecto a sus orígenes burgueses: la urbanización de la Riera, entre los años 1945 y 1955, favoreció el incremento demográfico y la llegada de personas de extracción más humilde, desde otras zonas de Barcelona o desde otras partes de España. Iban apareciendo talleres de pequeñas industrias artesanales, tiendas y lugares de encuentro como bares, locales nocturnos, salas de baile, un cine, etc.; elementos que nos remiten a una cultura popular y a un estilo de vida más bien obrero. Una “vida cultural y recreativa” que al final de los años setenta veía su declive (Fabre, 1976: 87). Y podríamos afirmar que fue esta la época en que comenzó otra historia del barrio, probablemente el inicio del final de una barriada sumisa a las imposiciones del Plan General Metropolitano de 1976, que impulsó el proceso degenerativo y de desvalorización.

En la práctica, toda la zona afectada pasó a ser inmodificable hasta el momento en que se actuase. No se daban permisos ni siquiera para arreglar las fachadas de las casas. Se denegaban las peticiones de los vecinos, con la consecuente, lógica, degradación del patrimonio construido y de las calles y, en paralelo, el envejecimiento de la población; elementos que causaron la fuerte devaluación de los precios de los inmuebles de los que he hablado.

El efecto concreto de la parálisis que la vigencia del plan provocó fue, por un lado, el decrecimiento demográfico y, por el otro, un abandono significativo de las casas. Los comercios, por ejemplo, iban cerrando conforme los dueños se jubilaban. No hubo un recambio generacional dado que, aunque existiera una posible demanda, el plan no hubiera permitido hacer reformas.

Algunos vecinos aceptaron la oferta privada desde el principio y vendieron sus casas a la constructora, que acababa siendo propietaria mayoritaria en la unidad de actuación correspondiente. Fenómenos de este tipo se produjeron a lo largo de la década pasada, y se intensificaron en los años 2003 y 2004. A las casas ya vacías de los propietarios no residentes se iban sumando aquellas adquiridas por la empresa constructora. Esta situación empujó a jóvenes de distinta procedencia a okupar los espacios abandonados.


Prácticas de okupación y retóricas de degradación social

La llegada de foráneos coincidió con los años de mayor presión sobre los vecinos, con compra-venta de casas con o sin inquilinos, cierre de comercios y expropiaciones —aún alguno sigue repitiendo “expoliaciones”—. En este período, entre finales de los noventa y el 2007, el concepto de “deterioro” fue moralizándose, y penetró en lo social, en paralelo a lo que se podría definir como “la primavera de la okupación en Vallcarca”.

En ese arco de tiempo se llegaron a okupar alrededor de treinta casas abandonadas y el “deterioro” se ha ido leyendo como “degradación”, con un acento fuerte sobre el juicio de valor que conlleva en su campo semántico el hecho de incluir una parte de la población como ulterior factor de humillación y de bajeza del barrio ya en ruinas.

Tal y como recuerda Franquesa mediante Rachel Weber, es necesario un discurso político que apoye los mecanismos de mercado para que la destrucción que se está llevando a cabo acabe por ser una destrucción creativa (Schumpeter: 2002) que genere beneficios en términos de plusvalía. Esta retórica se basa en la creación de una codificación simbólica y de significado del lugar (Weber: 2002) que el proceso urbanístico transformaría en narrativas legitimadoras, tal y como explica Franquesa (Franquesa 2007; 2010).

En ese sentido, la estigmatizada degradación social que los okupas fomentaron dio impulso a la retroalimentación de una simbología de la degradación; era frecuente, por ejemplo, la asociación entre ratas y okupas, así como repetitiva era la imagen de casas sin servicios cuando se apuntaba a la voluntad higienizadora de la zona más antigua. “Lengua sucia” o “cicatriz[vi]” daban nombre a la zona herida entre la avenida Hospital Militar y la calle Bolívar. Herida, recordemos, causada por la afectación y que se hacía más patente si se comparaba con la situación de los barrios del entorno.

Tal retórica tenía sus efectos a nivel local, generaba consensos o conflictos en el vecindario, y articulaba un discurso adecuado para venderlo a los mismos vecinos y a la ciudad que mostraba la ejecución del plan como algo positivo en su finalidad: higienizar el barrio. El argumento fuerte para proponer a los afectados y a la ciudadanía, en contraposición a la degradación, era el espacio verde, limpio, sin conflictos de los viales, que hubiera rescatado esa área de su condición ínfima y aislada.

El conjunto formado por un ambiente urbano obsoleto y “habitantes de las cloacas” da lugar a un ambiente insalubre, por higienizar, y genera un discurso que permeabiliza a las personas y las atrapa en una misma matriz basada en oposiciones como sucio/limpio, violento/pacifico, indigno/digno, etc., que no deja espacio a una posición alternativa y que acaba por retroalimentar la retórica legitimadora de los planes urbanísticos. Esta estrategia es perversa, y efectiva, porqué hace que unos vecinos duden de otros, y condiciona las relaciones hasta el punto de fragmentar el tejido social y provocar rupturas o distancias que se culminan discursivamente con la demonización del otro.

Esta narrativa desoladora sobre la zona se iba alimentando, tanto en los medios de comunicación como mediante actores locales favorables a la reforma por intereses inmobiliarios, y se iba intensificando a medida que se acercaba la ejecución del plan. Fue esa la época en la que más se movilizaron los vecinos de la zona entre la calle Farigola y el viaducto de Vallcarca. Nació de forma espontánea la Plataforma Salvem Vallcarca, que aglutinó alrededor de cincuenta familias y que vivió también del apoyo y de la solidaridad de los okupas, que, a su vez, se identificaban como “vecin@s”.

La construcción de un huerto urbano autogestionado en un espacio público vacío en el centro de la barriada funcionó como un ágora donde, a falta de una plaza, encontrarse, y se generó, de ese modo, un contexto para reproducir la práctica de la vecindad (Appadurai, 1996). La proximidad llegó en algunos casos a reducir la distancia y las fricciones que podían existir entre vecinos y okupas, pero solo en raros casos se desvinculó la categoría de okupa del peso denigratorio que el imaginario metafórico le asignaba. La Asociación de Vecinos de Vallcarca-Riera-Viaducto, por ejemplo, aunque se opuso a la construcción de los viales, no veía unánimemente de buen grado la proximidad con “esos jóvenes que vivían en la ilegalidad”, aunque su presidente, arrendatario de un piso en la zona afectada, coherente con su función y con sus ideas, se sumó tanto a la Plataforma como a la experiencia del huerto. De todas formas, la retórica denigratoria que apuntaba a los estilos de vida de los okupas se traducía en efectos concretos, y fracturó un tejido social ya puesto a dura prueba por los cierres de los comercios, la venta de las casas, y las preocupaciones individuales de propietarios o arrendatarios que quedaban en el barrio —inquietudes provocadas por la situación de posibles beneficios o pérdidas particulares en cada caso respecto a lo previsto por la MPGM—. La llegada de los okupas y la vecindad fueron unos elementos perturbadores fuertes del equilibrio ya precario entre el vecindario. Esto se hizo evidente el año 2006 cuando, ante la inquietud (o cabreo) de los vecinos por el hecho de que no se les estaba escuchando, la Plataforma organizó cada miércoles, durante seis meses, manifestaciones en la calle que cortaron el tránsito de la avenida Hospital Militar. En los recuerdos de quienes promovieron este tipo de acción, hay ejemplos de vecinos que no se adhirieron por la presencia de esta alteridad insoportable que eran los okupas, mientras que otros sencillamente tenían miedo de que se les descubriera manifestándose mientras les estaban llegando promesas de un piso. Estos últimos alimentaban la ilusión de que un piso, en el fondo, les rescataría de una condición de degradación. A nivel de prensa, los cortes de tránsito se leían como manifestaciones okupa a las cuales no se debía dar relevancia. Esta era la misma versión que tenían y que daban a los conductores que desviaban por recorridos alternativos los policías mandados a controlar y vigilar a los manifestantes.

La lucha vecinal se agotó cuando, durante el año 2009, se empezó a realojar provisionalmente a los arrendatarios en el edificio del Patronat de l’habitatge, corrientemente llamado “cementiri”, construido en la avenida Vallcarca, frente al núcleo antiguo del barrio que iba desapareciendo por los derribos. Los solares abandonados que se creaban se caracterizaban por ser sucios, hábitat privilegiado de las ratas. Esto provocaba, a menudo, la percepción de falta de respeto por parte de la administración pública hacia quienes todavía mantenían su casa. Este descuido generaba más deterioro y la ulterior posibilidad de especular retóricamente sobre la degradación de la zona.

En la actualidad, tras el tsunami de la crisis financiera, el proyecto se encuentra parado. Mientras, el barrio está derribado ya casi por completo. Falta culminar el proceso de solarización y preparar la zona para que, cuando se supere la crisis financiera, se puedan obtener los beneficios de plusvalía que la construcción de viviendas nuevas aportará a los inversores. Actualmente, el vecindario junto con los okupas y con el apoyo de varias asociaciones locales y el visto bueno del departamento de Habitat Urbà y de la regidoría de Gràcia, que se está formalizando, han empezado a reapropiarse de los solares abandonados por las constructores para crear nuevos espacios de uso comunitario[vii]. A pesar de estas prácticas sociales y provisionales sobre el espacio del barrio, la zona será destinada a revaluarse por lo que plantea la MPGM del 2002 y por otro proyecto urbanístico  Les 16 portes de Collserola que, desde los primeros meses del 2012, a través de un concurso de ideas,  plantea la apertura del Parque Natural de Collserola a la ciudad, y aspira a una continuidad entre zonas verdes urbanas y zonas verdes naturales.  Vallcarca resultaría ser acceso de la puerta número siete o Porta de Penitents, y quedaría atrapada en la enésima reforma urbanística que se sobrepone a las existentes, con la amenaza constante de retoricas deslegitimadoras y prácticas de exclusión social.


BIBLIOGRAFIA

APPADURAI, Arjun. Modernity At large: Cultural Dimensions of Globalitzation. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996.

DE CERTEAU, Michel. La invención de lo cotidiano 1. Artes de hacer. México D. F.: Universidad Iberoamericana, 2000 (1979].

DELGADO, Manuel. “La artistización de las políticas urbanísticas. El lugar de la cultura en las dinámicas de reapropiación capitalista de la ciudad” en Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999-2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008. [en línea] Documento disponible en http://www.ub.es/geocrit/-xcol/393.htm [Consulta 13 de junio de 2012].

FABRE, Jaume;  HUERTAS, Josep M. Tots els barris de Barcelona: barris que foren independents. Vol. 2. Barcelona: Edicions 62, 1976.

FRANQUESA, Jaume. “Vaciar y llenar, o la lógica espacial de la neoliberalización” en Reis, Revista española de investigaciones sociológicas, núm. 118, 2007, p. 123-150.

FRANQUESA, Jaume. Sa Calatrava mon amour. Etnografia d’un barri atrapat en la geografia del capital. Palma: Edicions Documenta Balear, 2010.

HUERTAS, Josep M. et. al. La Barcelona de Porcioles: taula rodona. Barcelona: CAU/Laia, 1975.

LEFEBVRE, Henri. The Production of Space. Oxford: Blackwell, 1974.

SCHUMPETER, Joseph. , Capitalismo, socialismo y democracia. Madrid:

Aguilar, 1962 (1942].

SMITH, Neil. Toward a theory of gentrification: a back to the city movement by capital, not by people. Journal of the American Planning Association, vol. 45, 1979, p. 538-548.

SMITH, Neil. Gentrification and the rent-gap”, Annals of the Association of American Geographers. Vol.77, núm 3, 1987, p. 462–465.

WEBER, Rachel. “Extracting value from the city: neoliberalism and urban redevelopment”, Antipode. Vol.34, núm.3, 2002, p. 519-540.


[i] http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/19910826/54205043530/inaugurado-el-tunel-de-vallvidrera.html

[ii] http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1976/02/22/pagina-27/33789926/pdf.html

[iii] http://www.ub.edu/geocrit/-xcol/393.htm

[iv] Datos contenidos en los textos de los proyectos de reparcelación de las unidades de actuación de la MPGM en el ámbito del sector Hospital Militar-Farigola, consultables en el Departament d’Urbanisme de Barcelona, Av. Diagonal, 230.

[v] http://www.urbanoticias.com/noticias/hemeroteca/6313_el-precio-del-metro-cuadrado-de-suelo.shtml

y El País, 17/02/2006, Clara Blanchar, “Un barrio muy heterogéneo”.

[vi] http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/20100602/gracia-inicia-sutura-cicatriz-vallcarca/289723.shtml

[vii] https://n-1.cc/pg/groups/1325043/huertos-urbanos-vallcarca/

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