El vicio de la cultura

Será la calor, que diría Don Alfredo Di Stéfano, que si fuera la edad no querría yo admitirlo. En esta ocasión me está costando más que en otras explicar lo que debo decirles. Mientras escribo creo que me está saliendo una joya literaria, pero al salir de la impresora me veo frente a un amasijo de frases, escritas de un modo atolondrado en que no se entiende nada. Si se buscan puntos de comparación entre escribir y proyectar, los materiales, las herramientas y las técnicas son totalmente distintos, pero los errores son exactamente los mismos, son como un duendecillo burlón que baila con el mismo descaro en el barro o en el hielo, y su risa es desagradable y antipática. Cometo los mismos errores escribiendo que los que durante casi cuarenta años he tratado de evitar que cometieran mis alumnos proyectando. Si ahora me vieran…, he pensado, y luego he pensado lo contrario, que si lo saben puede ser provechoso para ellos. Uno quiere decir muchas cosas, repicar campanas, y al mismo tiempo estar en la procesión, ganar un partido de fútbol sin pasar un balón al compañero. La humildad nunca está de más. Hay que saber que uno es limitado y ser consciente de cuáles son las propias limitaciones.

El objetivo de este texto es explicar que en cualquier faceta de la cultura, si se olvida su naturaleza lúdica y se considera como una obligación moral, el resultado es destructivo para la cultura. Este hecho ya fue tratado por la escritora Edith Warton en 1903 en un extenso artículo titulado “El vicio de la lectura”. Sólo citaré una frase con la que inicia el artículo: “Ningún vicio es tan difícil de erradicar como aquel que se considera popularmente una virtud”. El artículo de Warton ha sido publicado en castellano en forma de libro minúsculo por Olañeta. Es más interesante y está mucho mejor escrito que lo que voy a explicar. Mi texto toma como ejemplo una ciudad, Venecia, y el punto de vista es el de un arquitecto.

Imaginemos un aula con un profesor y niños de once y doce años, uno de ellos es travieso, no siempre le interesa lo que ocurre en clase, pero en algún momento hay algo que despierta su curiosidad, se interesa por ello, consigue comprenderlo, y ve una puerta abierta en su imaginación, sigue las explicaciones del profesor, pero quiere más, su pensamiento vuela y busca otras fuentes donde beber. Otro de ellos tiene una conducta intachable, está al día en todo lo que se dice en clase, y la confección de su cuaderno de deberes, para él, supone un esfuerzo y un sacrificio, pero vale la pena, es el preferido de los profesores y se le pone como ejemplo para el resto de la clase. El literato, el pintor, el arquitecto o el filósofo trabajan para el travieso, para que disfrute con lo que ellos hacen. Al burócrata, al político, al militar, al sacristán o al financiero les interesa el segundo, el homo economicus de Milton Friedman. El segundo viste chándal a primera hora, traje y corbata al mediodía, y “casual” por la noche, pero no es que haya encontrado la ropa por casualidad, sino todo lo contrario. Este individuo será lector de best sellers y turista cultural, tiene opinión sobre todo y su opinión es la correcta, y considera que tiene una autoridad sobre los perezosos que no actúan como él e incluso el derecho a amonestarlos.

Hasta hace un par de días tomaba como ejemplo Barcelona, y trataba del efecto pernicioso del turismo cultural para el edificio, para la arquitectura en general y para la ciudad. Una fotografía espeluznante de un canal de Venecia cuya salida a la laguna está taponada por un enorme buque que parece un edificio me ha hecho desistir. Que Venecia haya sido declarada patrimonio de la humanidad me importa tan poco como el balón de oro, tampoco tengo la intención de volver a visitarla, pero considero que cualquier atentado cultural contra Venecia nos atañe a todos, del mismo modo que nos atañe un atentado contra el convento de La Tourette o contra San Ivo alla Sapienza. Si algo he lamentado siempre de Venecia es que es una ciudad sin habitantes, como diría el poeta Joan Margarit  —de quien la escuela de arquitectura de Diagonal tuvo el privilegio de recibir sus lecciones de estructuras—, es un cadáver. Un edificio puede cambiar de uso, pero no puede admitir cualquier uso, se han de dar unas características tipológicas y de carácter, comunes. Unos juzgados pueden transformarse en una pinacoteca, probablemente los Uffizi de Florencia es el edificio que mejor se adapta al uso de pinacoteca y museo, la dignidad del edificio, el amplio corredor iluminado por ventanales que tan adecuadamente permite ver la escultura que en él se expone, con suficientes sombras para que se aprecie el volumen, y sin un excesivo contraste que impida apreciar el detalle, permite visitar las diversas salas de la pinacoteca, que disponen de iluminación artificial sin obligar al visitante a que atraviese las salas que no le interesan. Por las mismas razones, era un edificio excelente para juzgados, con el corredor más despejado. Pero pretender que el Banco de España de la plaza de Catalunya se convierta en biblioteca, como alguien propuso, es una barbaridad: ni posee el carácter adecuado —su aspecto exterior posee el monumentalismo de un edificio oficial a escala nacional, y no el de un equipamiento acogedor—, ni el tipo de edificio de oficinas se adapta a biblioteca. Tampoco es buena biblioteca un mercado porque un mercado es una plaza pública protegida del sol y de la lluvia, y una biblioteca requiere un aislamiento térmico y acústico y unas instalaciones que supondrían poner un edificio nuevo y utilizar la sombrilla del mercado como disfraz.


Venecia

Venecia


Lo dicho para un edificio vale para una ciudad, lo que carece totalmente de sentido es que un edificio o una ciudad se transformen en un objeto cuya única misión es que los turistas puedan decir a sus amistades que lo han visto. Un edificio sin uso o una ciudad sin habitantes son cadáveres, la Sagrada Familia es un cadáver, aunque esporádicamente se diga alguna misa para justificar el nombre de basílica, Venecia es un cadáver. Margarit encontró la palabra adecuada1.

Cuando digo que Venecia es un cadáver, hablo de la Venecia que conocen los turistas, Venecia tiene vida urbana, pero no se deja ver en público, el café Florian ya no es el café que se llenaba durante los entreactos de las óperas que se representaban en La Fenice, pero las óperas se siguen representando. En Campo Santa Margherita, los estudiantes de la universidad hacían, hace veinte años, representaciones al aire libre con personajes de la Commedia dell’arte, y aún deben ir allá cuando llega la nueva cosecha de Fragolino. La mayor parte de los venecianos vive en Castello, pero se les puede encontrar en Dorsoduro, y en Canareggio. El veneciano existe. Venecia no es un lugar donde no se puede construir, pero en las obras que se han hecho en el siglo XX los arquitectos han tenido la responsabilidad y el respeto que la ciudad exige, y no han ocultado sus obras. Gardella construyó un edificio de vivienda en Le Zattere y forma parte del frente al canal de la Giudecca, es moderno, de la época del neoliberty, no está camuflado, pero se podría asegurar que ningún turista se ha fijado en él, Carlo Scarpa hizo reformas atrevidas, que no irrespetuosas. La fundación Querini Stampalia, cerca de Santa Maria Formosa, tiene un puente de acceso inequívocamente moderno y un apeo en el patio que permite ver el jardín desde la plaza; la universidad y la tienda Olivetti en Piazza San Marco están entre las mejores obras de Scarpa, si es que hay alguna que no lo esté; el cuarto puente, obra de Santiago Calatrava, absolutamente moderno, pero de una discreción y sencillez inusuales en el arquitecto, es la primera imagen de Venecia para el viajero que llega desde tierra firme.

Otros son los edificios que hoy dominan la forma de Venecia, se trata de hoteles. Los explotadores del negocio turístico-cultural han conseguido una nueva tipología capaz de burlar cualquier intento de normativa urbanística: el hotel itinerante. Es un barco, y no lo es, no lo es porque el barco es solamente una de las instalaciones, el objeto completo es un hotel, el hotel alquila estancias a pensión completa y a forfait, es por ello por lo que pagan sus clientes. Un hotel de gran tamaño, si estuviera en Las Vegas su atractivo serían los casinos, si estuviese en Cortina d’Ampezzo, la nieve y las pistas de esquí. El servicio de cocina, que ofrece panga a todas horas, es un servicio de hotel, el de bar con bebidas alcohólicas de dudoso origen, también. Como se trata de un artefacto que hace poco era inexistente, su uso no está reglamentado. El vacío jurídico ha provocado un uso abusivo que hace que el negocio sea altamente rentable. Venecia es la ciudad más castigada por la aparición de estos artefactos, eso no significa que sea la única. Si el alcalde de Venecia, en este caso, les aplicara las ordenanzas urbanísticas, interpretaría escrupulosamente el espíritu de la ley. No es arbitraria la limitación de la altura de los edificios, ni la relación entre dicha altura y la anchura de la calle, ni el control de la densidad, no lo es la especificación de usos para un solar edificable, tampoco, en el caso concreto de un sistema viario acuático, es admisible la obstrucción de las vías, y con más razón de su salida a la laguna. No es una arbitrariedad la protección de una zona monumental. Si uno piensa en el hotel Danielli, en que históricamente tantas parejas ilustres vivieron parte de su luna de miel, e imagina a los actuales clientes expuestos a las miradas de cientos de ojos a la distancia del andén, alguno podría decir parafraseando a la diputada española: “que se jodan”, lo cual no deja de ser ruin. Pero la mayor parte de las viviendas de Venecia tienen alrededor de treinta metros cuadrados, y también se sitúan estos edificios de tamaño monstruoso frente a sus ventanas, no hay donde esconderse. Esto lo saben los políticos locales, los empresarios turísticos, cualquiera que vea el espectáculo en realidad o en fotos y, si me apuran, lo saben hasta los turistas culturales por muy obtusos que sean. Lo que no saben los turistas es que lo que están viendo no es Venecia, ni siquiera es el cadáver momificado de Venecia, porque ignoran que la introducción de estos monstruos altera totalmente las relaciones espaciales y el significado de los edificios. La basílica de San Marcos o el Palazzo Ducale no son tales cuando su presencia en el espacio pierde su dignidad. La basílica se transforma en un quiosco de periódicos y el palacio en la sala de congresos del hotel.

No todo lo que flota son buques, estamos acostumbrados a ver representaciones del arca de Noé y nadie le llama barco, ni a ese engendro flotador que aparece en el cuadro Las tentaciones de san Antonio de Quentin Massys, incluso sorprende ver en los escaparates de las agencias de viajes uno de estos hoteles flotando en un fiordo noruego.

En el pasado reciente de Venecia hay un precedente de OFNI (objeto flotador no identificado), se trata del teatro que Aldo Rossi construyó con motivo de la Bienal de Venecia de 1979 sobre arquitectura y teatro. Es una obra importante y muy conocida, en Il Teatro del Mondo se advierte el interés de Rossi en que fuera un edificio inequívocamente veneciano que evocara un hecho histórico, con la obligada síntesis determinada por el presupuesto de estos teatrillos que animaban las fiestas del carnaval. Hay dibujos previos a la construcción con el estudio de volúmenes característicos de Venecia, y las dimensiones y proporciones del teatro se ajustan a la Dogana, vecina del teatro durante la bienal. Es conocida la relación de Venecia con la Commedia dell’arte. La representación que vi en el campo Santa Margherita a principios de los ochenta lo atestigua, también las proporciones de la escala musical pitagórica son una asunto veneciano2.

Il Teatro del Mondo es un edificio que puede situarse en la plaza o flotar en alguno de los canales, nadie consideraría que se trata de un barco.

El filósofo Massimo Cacciari, dos veces alcalde de Venecia, dispuso una ordenanza para regular medidas, desplazamientos y amarres de embarcaciones de pasaje y yates. No he podido encontrar documentación que confirme que el yate Octopus de 162 metros de eslora con helicóptero y piscina, propiedad de Paul Allen, copropietario de Microsoft, fuera expulsado de la laguna después de amarrar frente al Palazzo Ducale, ni de la entrevista en la que supuestamente Massimo Cacciari declaró que se había visto obligado a renunciar a la alcaldía por el acoso al que había sido sometido; la única información disponible acerca de su relevo es que el cadáver de Helenio Herrera aún está a la espera de encontrar reposo para desesperación de su viuda. Yo ya no recuerdo en que año falleció, su despedida fue seguida por una multitud de venecianos que llenaba los andenes. Parece ser que recientemente hubo un problema porque la isla de San Michele es cementerio católico y el alcalde tramitaba la segregación de una parte de la isla para entierros no católicos. Su sucesor, un Orsini3, no está por la labor. Su aportación más importante al gobierno de la ciudad ha sido derogar la normativa que impedía que los grandes hoteles itinerantes amarrasen en la Riva degli Schiavoni y en sus proximidades.

Las protestas de los venecianos claman en el desierto. Las empresas hoteleras argumentan que si se aproximan tanto es porque no les dan una solución alternativa. Los ciudadanos advierten de la contaminación que producen los hoteles y del peligro que supone para la ciudad, que al remover el fondo de la laguna se producen desplazamientos del precario apoyo sobre estacado de madera de todos los edificios. Son razones importantes, pero hay otras más importantes para que los hoteles no entren en la laguna. No insistiré sobre ellas.

Cuando hace años hubo un proyecto en Mallorca para edificar la isla Conejera, los mallorquines adujeron importantes razones ecológicas para que no se hiciera. Sobre este asunto escribió un artículo corto, en El País, Agustín García Calvo. Trataba de que los problemas ecológicos que planteaba la construcción no eran la razón más importante, si los emprendedores encontraban un modo de subsanarlos lo harían, la operación no perdería rentabilidad y pasarían por benefactores de los mallorquines. La verdadera razón para impedirlo es que iban a llenar la isla con pura basura, porque si hicieran un edificio que fuera realmente valioso, si mejoraran lo ya existente, no habría razón para negarse a ello, que al cabo de los años lo que es verdaderamente valioso acaba como patrimonio del pueblo.

¿Y qué relación tiene con todo este asunto la concepción de la cultura como obligación moral?

Es muy directa, si lo importante fuera disfrutar de lo que realmente vale la pena, y no tanto el hecho de poder afirmar que en este lugar ya has estado, nadie alquilaría habitaciones en esos artefactos que atormentan a los venecianos.

Hay una razón mucho más importante, y de más peso que las razones ecológicas, geotécnicas o culturales, para impedir que los artefactos entren en la laguna. La razón más indiscutible es que a los venecianos no les da la gana verlos en su casa.

1.      El poema se llama “Restaurar, se refiere a un monasterio y está en el libro: Misteriosament feliç.

2.      El documento más importante sobre ellas es el estudio de Francesco de Giorgio Martini para el proyecto de San Francesco della Vigna.

3.      En la Divina Comedia, Dante habla en el infierno con el Papa Orsini. Este cumple condena por simonía, por comerciar con lo que es sagrado.

2 Comments

  1. David Bravo

    Gran article i fantàstica foto! A la Barceloneta tampoc ens dóna la gana veure’ls a casa.

Leave a Reply

Your email address will not be published.