La arquitectura y la nueva sociedad

El arquitecto holandés Jacob Berend Bakema fue uno de los miembros más activos del Team X, el grupo de arquitectos que incorporados a los CIAM, acabaron constituyendo un grupo internacional renovador de aquellos congresos. A partir de 1948 compartió despacho con Johannes van den Broek junto al que desarrolló diversas obras relevantes como el centro comercial Lijnbaan en Rotterdam (1949-53),  la Facultad de Arquitectura (1959-64) y el Auditorio (1959-66) de la Universidad Tecnológica de Delft, o la Biblioteca Central de Rotterdam (1977-1983).

Los términos “arquitecturbanismo” y “espacio total”, acuñados por él mismo, resumen su preocupación por construir lo individual y lo colectivo como entidades interrelacionadas, y por un sentido antropológico del habitar: dar forma al espacio según el comportamiento del hombre.

Reproducimos a continuación el texto “La arquitectura y la nueva sociedad”, publicado en la revista Le Carré Bleu (nº4, 1960), que recoge su intervención en el debate sobre el papel del lenguaje arquitectónico y del arquitecto en la nueva sociedad, que tuvo lugar en el marco de la reunión del Team X en Bagnols-sur-Cèze (Francia) el verano de 1960.

Selección y revisión: Ángel Martín Ramos.
Traducción: Maria Badia i Ricard Gratacòs.


La arquitectura y la nueva sociedad

La función de la expresión arquitectónica y del urbanismo en la nueva sociedad es la misma que en la sociedad tradicional. La Arquitectura y el Urbanismo son sencillamente la expresión espacial del comportamiento. Creo que apreciamos las ciudades antiguas porque nos comunican visualmente (con el volumen edificado) el comportamiento humano.

Así, en el comportamiento humano encontramos muchas constantes que no cambian: el hombre es feliz, está triste, hace el amor, muere. Pero hay un aspecto que está en curso de rápida evolución: la relación entre el hombre y el espacio total, universal.

En las sociedades del pasado la relación del hombre con el espacio total era regulada por:

– La religión (Edad Media): Creer

– La economía política (siglo XIX): Poseer

– La administración (siglo XX): Dirigir

La nueva sociedad proporcionará al hombre las condiciones que le permitan mantener una relación individual con la vida total, universal: el derecho a vivir con una opinión personal de la vida. Por tanto, hay que crear para el hombre, por medio de las técnicas, las condiciones físicas, psicológicas y estéticas que aporten al individuo las mayores posibilidades de definir en el espacio su opinión sobre la vida.

El volumen construido es un instrumento formidable al servicio de este fin.

Primero, el hombre crea el medio, y luego este, a su vez, influencia al hombre. El entorno está constituido por cosas simples: los muros. Poco importa de qué material estén hechos. Pero las construcciones del hombre conllevarán cada vez más variaciones en la utilización de los muros y de huecos en los muros. El vocabulario se amplía y se hace cada vez más rico. Durante 2000 años el hombre vivió bajo los árboles, inmediatamente sobre el suelo. Sólo en los últimos 500 años ha sido capaz de vivir por encima de los árboles en contacto con el horizonte. Pero ahora hay que utilizar el alfabeto al completo, y debemos armonizar la vida sobre la tierra y la vida que toca el horizonte.

Seremos afortunados en la medida que las construcciones amplíen las posibilidades de vivir en un espacio determinado y establezcan una relación personal con este espacio total. Harán posible el desarrollo de una estética o de un estilo basado en el derecho de cada uno a tener una opinión personal sobre la vida, después de haber creado las condiciones materiales para dar esta libertad espiritual a cada uno: esa es la verdadera democracia.

Pero volvamos al pasado. Si nos fijamos en ciudades antiguas como Ámsterdam o París vemos el volumen construido que sigue aún ahí, las casas hechas por los productores de mercancías; no vemos el volumen construido de la población anónima porque a menudo esta no tenía derecho a poseer un hogar permanente (en las ciudades europeas). Vivían en casas improvisadas más allá de las murallas, o bajo el cobijo de aquellos que dirigían la sociedad. Las barriadas informales del siglo XIX fueron la primera manifestación de una población que escapa al anonimato y se acerca al sol, que lucha para que se le reconozca su derecho a definirse por sí misma en relación al espacio total.

Si actualmente muchos arquitectos se interesan en el hábitat de los indios americanos (los pueblos) o de los negros en África, es porque todavía reconocemos la expresión espacial de su población. No olvidemos, no obstante, que esta población está protagonizando una feroz batalla para proveerse de las técnicas que han evolucionado en las sociedades modernas de Europa,  de América y de Rusia: ¡He ahí el drama!

En nuestra sociedad, el compromiso es establecer para el cliente anónimo una expresión espacial para su arte de vivir. En las sociedades primitivas este modo de vida aún existe, pero carece precisamente de las técnicas que ayuden a deshacerse del miedo y alcanzar la vida total. No hay que olvidar que las sociedades primitivas se basan frecuentemente en la explotación del miedo.

Es apasionante pensar que en el momento en el que los hombres y las razas se enfrentan cada día, se produzca una confrontación entre, por un lado, las sociedades primitivas con hábitat integrado cuyos miembros proclaman el derecho a las técnicas modernas; y, por el otro, una sociedad desintegrada precisamente por esas técnicas, que anhela una nueva disciplina de integración. Por eso, nos necesitamos los unos a los otros, seamos blancos, amarillos, negros, etc.

Es necesario movilizarse como arquitectos simplemente, como urbanistas capaces de coordinar y de integrar. Es solo el arquitecto quien puede dar al hombre la posibilidad de expresar su derecho al arte de una vida personal, por medio del volumen construido.

Los elementos necesarios para conseguirlo son simples: los muros, los techos, las puertas, las escaleras, los ascensores, los materiales y el equipamiento técnico, pero son las relaciones entre las cosas las que crean el estilo.

Se pueden utilizar los elementos negativamente, positivamente, de un modo activo y no activo.

Con el agrupamiento de estos elementos se puede estimular al hombre a relacionarse con la luz, el horizonte, los árboles, los espacios. Todo hombre tiene derecho a afrontar el fenómeno que se llama la vida total y con el volumen construido lo puede lograr. Ahí reside la función de la arquitectura y del urbanismo para el desarrollo de la nueva sociedad.

Se puede ver en Nimes, por ejemplo, la gran diferencia entre una arquitectura activa  y una arquitectura pasiva.  Sobre el mismo lugar, los elementos y los estándares son utilizados pasivamente por arquitectos sin interés, mientras que esos mismos elementos y estándares son utilizados activamente en realizaciones del equipo Candilis-Woods. ¡Pero vaya diferencia! Las celdas individuales en manos de Candilis son como las hojas de un árbol: el tronco (la escalera) está rodeado por las hojas (las viviendas).

Lo individual y lo colectivo, como entidades interrelacionadas, explican el fenómeno de la vida total.

Nuestra tarea es introducir en la vida social el juego de volúmenes en el espacio como función. La nueva sociedad será aquella en la que se den condiciones al individuo para expresar su opinión personal sobre la vida total.

Nos corresponde transformar el miedo al espacio total en respeto y confianza hacia éste. Estas son las más antiguas y, a su vez, las más nuevas funciones de la arquitectura y el urbanismo.

Los medios son sencillos: muros, pilotis, ventanas, escaleras, ascensores, loggias, equipamiento técnico, y el plano como marco de una nueva libertad.

Este es el espíritu del que hay que hacer depender a los especialistas, a los técnicos. Es solo con este espíritu como el arquitecto puede coordinar e integrar. Debemos empezar la batalla para que la arquitectura sea reconocida como una función esencial en la sociedad.

Creación o rutina

Modo de vivir o estética

Libertad o dictadura

Simultaneidad o jerarquía

Integración o caos

Urbanismo o administración

Estructura o decoración

Función de la arquitectura o funcionalismo


5 Comments

  1. Me parece interesante los matices hegelianos (fundados o no) que se encuentran.

    Hegel, hablando del arte, dice que es el modo sensible de aparecer del espíritu absoluto (i.e.: la realidad, la verdad, lo eterno), a diferencia de la religión o la filosofía que lo hacen a través del pensamiento. Inclusive habla de una misión del arte, comprometida a este propósito. La arquitectura, como arte, también permitiría la exteriorización del espíritu.

    Cuando Bakema dice que el arquitecto permite expresar la ‘vida personal’ de la gente en el espacio, vidas que a su vez están integradas a la ‘vida total,’ me resuena a esta posibilidad que tiene el arte para Hegel de evocar los pensamientos absolutos en una expresión creada para la intuición empírica.

    Es conmovedora su visión. No tengo nada que objetarle y me adhiero a su posición.

  2. Un gran análisis de la relación actual de la sociedad con la arquitectura. Hay algunas reflexiones muuuuy interesantes.

    Un saludo

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