Racionalización en el hogar

La arquitecta austríaca Margarete Schütte-Lihotzky es conocida principalmente por el diseño de la Cocina de Frankfurt, concebida para el conjunto de viviendas Römerstadt de Ernst May. De ideas feministas y progresistas, sus proyectos y reflexiones constituyeron una contribución relevante a la reflexión arquitectónica sobre la organización eficaz de la vivienda del Movimiento Moderno. Así presentó aquel diseño en el artículo que ofrecemos a continuación, publicado originalmente en la revista Das neue Frankfurt, número 5, 1926-1927, pp. 120-123.


Toda mujer reflexiva debe ser consciente del retraso en los modos actuales de organización del hogar y reconocer, con ello, el gran impedimento que eso supone para su propio desarrollo personal y el de toda su familia. La mujer, a quien la ajetreada vida de la gran ciudad de hoy le impone exigencias mucho mayores que la más tranquila de ochenta años atrás, continúa condenada, con contadas excepciones, a manejar su hogar como en los tiempos de sus abuelas.

El problema de gestionar de manera más racional las tareas del ama de casa es de casi igual importancia para todas las clases sociales. Tanto aquéllas de clase media, que a menudo manejan su hogar sin ningún tipo de ayuda, como las mujeres trabajadoras, que con frecuencia han de buscar otras tareas fuera de casa, se encuentran tan desbordadas que su agotamiento no puede evitar efectos negativos, finalmente, para la salud de toda la comunidad.



Hace ya más de una década que mujeres líderes reconocieron la importancia de liberar a la mujer de la carga innecesaria de su trabajo y se pronunciaron a favor de una gestión centralizada de los edificios residenciales, mediante la construcción de casas con una única cocina. Se preguntaban: ¿Por qué tienen que encargarse de la compra veinte mujeres si una puede hacerlo por todas? ¿Por qué tienen que preparar el fuego veinte mujeres en veinte cocinas si puede cocinarse para todos en uno solo? ¿Por qué han de cocinar veinte mujeres para veinte familias, si una organización adecuada permitiría que un grupo de cuatro o cinco personas realizara el mismo trabajo para veinte familias? Estas consideraciones tan evidentes para cualquier persona racional causaron sensación. Se construyeron edificios con cocina centralizada; pero pronto, sin embargo, se demostró que no era posible unir, sin más, a veinte familias en un hogar. Dejando a un lado disputas y desavenencias personales, las agudas diferencias materiales entre distintos habitantes resultan inevitables, con lo que la convivencia de varias familias acarrea necesariamente conflictos. Para trabajadores y empleados por cuenta ajena, sujetos a poder perder su empleo con cierta facilidad, la idea de la casa con cocina centralizada es desechable por principio, ya que les resultaría imposible rebajar su nivel de vida tanto como les fuera necesario en caso de quedar en desempleo. El problema de la racionalización de las tareas del hogar no se puede solucionar, por tanto, en sí mismo, sino que su solución ha de ir ligada a las consideraciones sociales necesarias.

Tras la experiencia adquirida asumimos que la idea del hogar unifamiliar está aquí para quedarse, pero que debe ser racionalizado al máximo. ¿Cómo podemos, entonces, mejorar estas tareas tradicionales que requieren tanto tiempo y esfuerzo? ¿Podemos trasladar al hogar los principios de la gestión económica del trabajo que en oficinas e industrias han llevado a un aumento insólito de la productividad? Hemos de partir de la base de que debe existir un camino mejor, menos complicado y, a la vez, menos agotador para cualquier trabajo. Para los tres principales grupos de trabajadores implicados (amas de casa, fabricantes y arquitectos) es, pues, una tarea importante y de gran responsabilidad cooperar para encontrar y hacer posible ese camino más sencillo de ejecución de las tareas domésticas.

Entre las amas de casa, la mujer con alguna formación intelectual siempre trabajará más racionalmente. Reconocerá rápidamente, ayudada por los aparatos y las máquinas correctos y por una distribución correcta de la vivienda, el modo más eficiente de realizar su tarea.

Entre los fabricantes (con la excepción de los de mobiliario) hay ya actualmente muchos que se adecúan a las exigencias de nuestro tiempo y están aportando al mercado aparatos y aplicaciones que ahorran trabajo. El mayor retraso, sin embargo, continúa presentándose en el modo como los hogares son amueblados. ¿Cuándo reconocerá una mayoría social qué vivienda es la más eficaz y mejor? Años de esfuerzos por parte de la Werkbund alemana y de algunos arquitectos, innumerables escritos y conferencias en que se pedía claridad, simplicidad y eficiencia en el equipamiento, así como la huída de la cursilería de los últimos cincuenta años, casi no han servido de nada.

Pasemos a las viviendas. Encontramos aún hoy en ellas los viejos chismes y la horrible “decoración” tradicional. Que todos los esfuerzos por evitarlos hayan tenido en la práctica tan poco éxito se debe principalmente a las mujeres, que están marcadamente desinteresadas en las nuevas ideas. Los comerciantes de muebles dicen que los compradores aún piden productos anticuados, y las mujeres prefieren cargar con el trabajo extra necesario con tal de lograr un “acogedor y confortable” hogar. Aún, para la mayoría, lo sencillo y eficiente es sinónimo de aburrido. El Departamento de Vivienda de la ciudad de Frankfurt ha intentado convencer de lo contrario por medio de la presentación de un edificio-modelo completamente amueblado como parte de la exposición “La nueva vivienda y su equipamiento”, en el marco de la feria de muestras local. Intenta demostrar que la sencillez y la eficacia no sólo implican un ahorro del trabajo, sino que, unido a buenos materiales y a la forma y los colores correctos, representan también claridad y belleza.

En esta exposición la Asociación de amas de casa de Frankfurt mostró en su propia sección la importancia de la racionalización del hogar. Bajo el título “El hogar del nuevo tiempo”, trataba en primer lugar el problema de la cocina eficaz. Como ejemplo especialmente útil para el ahorro de movimientos innecesarios se mostró una cocina de vagón de tren completamente equipada. Otras tres cocinas completamente equipadas con muebles empotrados, de las cuales las dos primeras se habían colocado ya unas 3.000 veces en Frankfurt, demostraron cómo a través de la correcta distribución y ordenación de los muebles se puede facilitar sensiblemente el trabajo. Se tuvieron en cuenta los siguientes tres casos distintos en la gestión de la cocina:

1. Familia sin ayuda en casa (con ingresos anuales de hasta 5.000 marcos);

2. Familia con una sirvienta (con ingresos anuales de hasta 10.000 marcos); y

3. Familia con dos sirvientas (con ingresos anuales por encima de los 10.000 marcos).

Además del mobiliario de madera en cocinas, se mostró un pequeño modelo metálico para viviendas de solteros y una de piedra, fácilmente lavable; ambos eran intentos de aportar nuevos materiales menos sensibles que la madera a agentes externos. Todas estas cocinas son pequeñas, para ahorrar trabajo, y completamente separables de la zona de estar de las viviendas. La antigua forma de la cocina combinada con la sala de estar parece haber sido superada. También se presentaron muebles de cocina independientes y ya a la venta en el mercado, que contribuyen sensiblemente a la simplificación de las tareas del hogar. Buenos y malos aparatos de cocina, engorrosos y ahorradores de trabajo, fáciles y difíciles de limpiar, se separaban mediante etiquetas de diferentes colores. Escurridores para vajilla que ahorran el secado, embudos para harina que administran sólo una cantidad concreta, representan dispositivos ensayados y aprobados por mujeres de otros países hace algún tiempo.

Especial atención mereció la exposición sobre aparatos eléctricos. Aunque para los menos pudientes aún prohibitivos, sabemos que el futuro no demasiado lejano pertenece a la cocina eléctrica. Ejemplos de lavanderías eléctricas centralizadas, como las que se instalan en grandes edificios de vivienda, han de proporcionar a la mujer un ejemplo de la simplificación que ello supone en sus tareas y llevarla a exigir pequeñas áreas de lavado en sus propias viviendas, que ya incluso son asequibles para las familias con menores ingresos. En un lavadero central en Frankfurt se instalaron, a petición de los inquilinos, lavadoras manuales junto a las máquinas eléctricas. Tras un año, las manuales apenas se usan, ya que la preferencia de todas las mujeres por las otras es obvia.

“El baño más pequeño en el espacio más pequeño”, en torno a 1,50 x 1,20 m, demuestra que la exigencia de “un baño para cada vivienda” ya no es un ideal irrealizable. Mediante una maqueta a escala 1/10 de un piso se demostraba la posibilidad de ahorrar espacio gracias a la instalación de un nicho de lavado y ducha entre dos dormitorios, o con una ducha en poco más de medio metro cuadrado. Gracias al flujo constante del agua corriente resulta posible en cualquier momento una mejor limpieza que en una bañera.

El uso extenso del gas natural en toda la vivienda se mostró también a través de una maqueta de una vivienda unifamiliar equipada exclusivamente con gas. Se incidió con especial cuidado en el importante capítulo de la buena iluminación en casa. ¡Cuánto dinero se puede ahorrar mediante la correcta elección de un papel pintado diseñado para realzar la iluminación! ¡Cuán importante es para la salud de la familia que las mujeres, que son la mayoría de los compradores, sean dirigidas a elegir las lámparas de trabajo adecuadas y técnicamente satisfactorias, y así no sigan comprando descuidadamente las pequeñas lámparas de pie con oscuras pantallas de seda llenas de polvo!

A menudo, por las razones más ridículas tendemos a rodearnos de cosas mal diseñadas. Así sucede, por ejemplo, que el almacén de una gran empresa de lámparas está compuesto exclusivamente por lámparas de mal gusto y faltas de sentido práctico. Producen modelos de poco valor destinados a la exportación a gran escala a la India, mientras que el pequeño volumen de producción de nuevos y mejores modelos para el país no resulta rentable.

¿Debemos gastar nuestro dinero en esas malas lámparas y dañar nuestra vista porque nuestras lámparas se deban vender en las colonias indias?

Aquí, como en todo, se debe seguir un principio general, particularmente por las mujeres, de no optar sin criterio por cualquier producto que aparece en el mercado, ni tampoco por aquello que a primera vista parece bonito, sino comprobar su eficacia y calidad técnicamente impecable.

Esta exposición debe aguzar la vista en esa tarea.

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