Tecnología y humanidad

丹下健三 KENZO TANGE (1913-2005)

Con motivo del centenario del nacimiento de Kenzo Tange, presentamos aquí el discurso pronunciado por el arquitecto japonés en el Congreso Mundial de Diseño celebrado en Tokio en mayo de 1960. Traducido de: Revista Shinkenchiku, septiembre de 1960, Tokio: Editorial Shinkenchiku-sha.



Durante la primera mitad del siglo XX y en lo que llevamos transcurrido de la segunda, se está llevando a cabo una gran transformación. Hoy percibimos algunos de los cambios vitales que se están experimentando en el modelo de civilización, en la estructura social y en el entorno humano. Evidentemente, es imposible hacer predicciones sobre qué ocurrirá en el futuro, pero hay algo que quizá sí podemos afirmar: esta gran transformación se produce como consecuencia de desarrollos como el de la energía nuclear o el uso de la electrónica. Reconocemos la suma importancia de estas transformaciones y, por ello, creemos que no debe producirse una expansión no regulada de la energía, sino que ésta ha de hacerse de forma controlada y planificada: es necesario que el ser humano domine adecuadamente la producción y distribución de la energía y, de este modo, esperamos que tome de nuevo ventaja con respecto a la técnica.

La liberación de la energía nuclear nos ha conducido a descubrir cosas tales como la inteligencia artificial para controlar su gran potencia y, en última instancia, ha desencadenado una nueva consciencia de la humanidad. Y esto ocurre no sólo en los países que ya disponen de esta energía en la actualidad, sino también en aquéllos en vías de desarrollo, donde aparecerá aún con más fuerza. Evidentemente, se puede argumentar que el hecho de que el ser humano tenga conciencia sobre la existencia de algo como la bomba atómica implica temor hacia ello, sin embargo, en un sentido más amplio, esta conciencia resulta de la liberación de la energía nuclear. Cuanto más potente sea la energía producto del progreso científico, más fuerte se hará la conciencia del hombre de su propia existencia.

Hay que reconocer que el progreso científico es uno de los elementos determinantes de nuestro futuro y que, cualesquiera sean los deseos y anhelos del hombre, la tecnología por sí misma puede ser muy decisiva. Por otro lado, como el conocimiento tecnológico viene a hacerse realidad social, será sin duda la humanidad la que juzgue si los nuevos descubrimientos son beneficiosos o dañinos para el hombre y si deben ser aceptados o rechazados. En otras palabras, será el hombre quien decida si los avances tecnológicos se convierten verdaderamente en una realidad.

Asimismo, quiero pensar que hay algo profundo en nuestra realidad que hará posible obtener un equilibrio dinámico entre la tecnología y la existencia humana. Esta relación tiene un efecto decisivo en el modelo de civilización y en la estructura social. No obstante, eso es la tecnología: conocimiento técnico al servicio del ser humano, o la prolongación de la mano del hombre. Pero, ¡cuidado!, no podemos situarnos en una perspectiva tan optimista. Más bien al contrario, entre las revelaciones que ha traído consigo el desarrollo tecnológico, constatamos que, al tiempo que ha ido avanzando, la separación entre éste y la humanidad también se ha ido incrementando. Pero tampoco podemos adoptar la postura fatalista de que la humanidad es una entidad histórica fija y que el progreso ha de hacer, inevitablemente, cada vez más profunda la brecha entre el ser humano y la tecnología. Debemos hallar las contradicciones que se dan en lo más hondo de la realidad, debemos vencerlas, y desde ahí, buscar los problemas que hay que resolver para convertirlos en nuevos retos. Sin la existencia de esos retos, no podremos contar con la fuerza de la creatividad. Dicho de otro modo, creemos que sólo la creatividad puede intervenir para reducir el abismo que mencionamos; es más, es con creatividad como paliaremos esa distancia.

Arquitectos y diseñadores son los únicos entre nosotros que se encuentran en el campo intermedio entre la tecnología y la humanidad. De modo que, tal y como he mencionado antes, cuanto más grande se demuestre el poder de la tecnología, más se fortalecerá la conciencia del ser humano actual, y según esta relación causa-efecto, es esencial que tanto arquitectos como diseñadores practiquen una creatividad cada vez mayor.

Teniendo en cuenta la rapidez con la que avanza la tecnología y la gran transformación que conlleva en el modelo de civilización actual, las diferentes maneras de enfocar el diseño o la idea de arquitectura que se han considerado durante la primera mitad del siglo XX, así como sus soluciones a las contradicciones que surgen cada vez en mayor cantidad, se muestran insuficientes y ya no son útiles, por lo que han dejado de ser apropiadas. Por eso, creemos que es ahora el momento para que tanto la arquitectura como el diseño se reformen desde dentro.

Vamos a centrarnos en los problemas que se dan en torno a la vida cotidiana del hombre: ¿qué tipo de problemas se presentan? En primer lugar, la movilidad, es decir, lo relacionado con el movimiento que genera la cotidianeidad de una sociedad moderna. Queremos centrarnos en el problema relacionado con el incremento de la movilidad en tanto que ésta no deja de crecer. Si pensamos en la movilidad desde una perspectiva espacial, en relación a la conquista de la distancia, se presentan cuestiones como la velocidad o la escala. El paso de un hombre alcanza, por naturaleza, menos de un metro, paso a paso el hombre avanza. Sin embargo, al mismo tiempo, la velocidad de 100 kilómetros por hora se está convirtiendo en una experiencia cotidiana. La movilidad enfocada desde la variable velocidad-escala es un problema que concierne al hombre común y al rápido desarrollo tecnológico. Por ejemplo, todos conocemos el caso de Tokio, ciudad en la que una misma calle se convierte en un hervidero compartido por peatones, bicicletas, automóviles, camiones y trenes. Casi en cada calle del centro urbano, peatones y vehículos compiten como si fuesen enemigos en un ambiente de lo más tumultuoso.

Si consideramos este mismo problema a nivel mundial, observamos que la mayoría de las estructuras construidas a escala humana en las ciudades actuales se realizaron entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Las ciudades están llenas de ese tipo de edificios. Sin embargo, en medio de ellas se ha producido una intrusión dinámica de autopistas y grandes construcciones que hacen posible el movimiento rápido en automóvil. La escala humana natural y la superescala humana —o estructura a gran escala­— que ha traído consigo la tecnología, coexisten, pero no hay armonía ni unidad entre ambas, ni en el sentido funcional, ni en el estético.

En relación a la cuestión de la escala, hace tiempo que estudio lo que yo llamo “escala de masas”. Es la escala necesaria cuando el ser humano interviene en masa y no como individuo. En las ciudades medievales, las plazas y los ayuntamientos e iglesias que dan a ellas son excelentes ejemplos de lo que intentamos explicar. En todos estos casos la escala humana y la “escala de masas” conviven en armonía. Es necesario buscar un orden en las ciudades actuales que consiga el mismo efecto y que, al mismo tiempo, integre la antes mencionada superescala humana.

En lo que se refiere al factor tiempo, la movilidad es una cuestión de cambio y de progreso. El rápido desarrollo tecnológico actual aumenta la velocidad a la que cambia y evoluciona nuestra vida cotidiana. Bajo la influencia del mercantilismo, los objetos de uso cotidiano, e incluso los modelos de coche, cambian año tras año. Sólo tienen un año de vida útil. Todo aquello que utilizamos en nuestra vida cotidiana, así como el lugar donde acumulamos todos esos objetos, como nuestra vivienda, sólo nos es útil durante cinco o diez años. Es decir, la vida útil de los artículos de uso cotidiano es muy corta, y lo será cada vez más, y el ciclo de cambio se está rebajando del mismo modo. Sin embargo, por otro lado, debido a la acumulación de capital se hace posible la construcción de operaciones a gran escala: transformaciones en la topografía natural, presas, puertos, autopistas. Son estructuras duraderas, de una dimensión y alcance que implican largos ciclos de tiempo, obras del hombre que tienden a decidir el sistema global de la época.

Estas dos tendencias ─hacia ciclos cada vez más cortos y hacia ciclos más largos─ son necesarias por igual tanto para nuestra sociedad actual como para toda la humanidad. Precisamente, así como la vida, o para el caso cualquier organismo, está compuesta por elementos cambiantes y elementos permanentes; o tal como las células del cuerpo se renuevan, pero los cuerpos permanecen con una forma estable. Ocurre lo mismo en nuestras ciudades, donde algunos elementos cambian según la moda imperante, y otros apenas varían por efecto del carácter del período en cuestión. Ha llegado el momento de reflexionar sobre estas contradicciones que se dan en la sociedad actual y por las cuales surgen problemas como el de la movilidad.

La segunda cuestión que me gustaría abordar es la de la influencia que ejercen en nuestras vidas los medios de comunicación de masas y la producción en masa. El ser humano, igual que los objetos materiales, se está volviendo cada vez más universal y anónimo. Por ejemplo, mientras el aspirador de 1950 y el de 1960 son muy distintos, el aspirador de 1960 no es muy diferente de la máquina de escribir del mismo año. Del mismo modo, se están construyendo muchos edificios que no se sabe si son un hospital, una fábrica o una iglesia. Y no sólo los objetos, también el ser humano se está universalizando, se está convirtiendo en una muchedumbre anónima. Sin embargo, el anhelo de mostrar lo propio de cada uno es algo esencialmente humano, aunque hoy tengamos una muestra de ello en la profusión de ridículos anuncios con los que la gente trata de identificarse a sí misma para suplir esa necesidad. En todo caso, nos refiramos al ser humano o a un objeto, tanto la universalidad como el deseo innato de mostrar la individualidad de cada cual son dos extremos fáciles de comprender, ya que conviven.

Este es también uno de los dilemas característicos de la sociedad civilizada actual. Si ponemos Tokio como ejemplo de nuevo, todos sus barrios tienen la misma densidad de población, edificios con alturas similares, además de caracteres y funciones parecidas, y se caracterizan por crecer sin alma. Casi no hay elementos que nos permitan distinguir cada uno de los barrios, y podemos decir lo mismo en lo que se refiere a las casas. Ciertamente, sólo podemos diferenciarlas gracias a los anuncios, aunque cada vez más, éstos aparecen como dentro de un remolino, excesivo y confuso, por lo que dejan de ser identificables. También la publicidad se está convirtiendo en anónima.

De este modo, tal y como hemos apuntado anteriormente, los dos polos opuestos, las contradicciones de la sociedad actual —la escala humana y la superescala humana, la estabilidad y la movilidad, la permanencia y la variabilidad, la identidad y el anonimato, así como también, la sencillez y la universalidad— conviven de manera desordenada. Este es el reflejo de la distancia que separa el actual desarrollo que está llevando a cabo la civilización tecnológica y la humanidad como existencia histórica. ¿Cómo vamos a salvar esa distancia, entonces?, ¿cómo podemos poner orden en esta confusión? La única respuesta para hacerlo, tal y como hemos mencionado antes, es a través del poder del ingenio creativo, aunque hay que tener en cuenta que la inventiva es totalmente inútil para crear sin seguir un método.

En relación al método, pienso que podemos obtener algunas sugerencias del conocimiento científico actual. Por ejemplo, de la ciencia que se encarga de la vida, de la Física pura o, también, de las Matemáticas. Actualmente, todavía no hemos hallado eso a lo que llamamos el principio de la vida, pero cuando observamos un organismo macroscópicamente, podemos ver que está compuesto por células que se ordenan de un modo determinado. Cada una de las células vive en tanto que está en constante metabolismo, y para examinar su interior debemos hacerlo microscópicamente. Los átomos y los electrones también deben ser observados a esta escala. En este sentido, observamos el movimiento enormemente libre de las partículas y la arbitrariedad de los electrones, a partir de lo que matemáticos y físicos desarrollan teorías grupales o de probabilidad.

En lo que se refiere al principio de la vida, la ciencia actual observa una estructura ordenada en el plano del entendimiento macroscópico. Sin embargo, desde el punto de vista microscópico, se observa que el movimiento de la vida no sigue orden alguno, claro que todavía no estamos en condiciones de decir cuál es el principio de la vida. Pienso que estas dos formas de entendimiento se manifiestan también en el arte contemporáneo donde se combinan métodos de sistematización —el arte que expresa orden— y otros que muestran estilos accidentales libres, como el art informel. Queremos pensar que estos dos métodos de aproximación utilizados por la ciencia y el arte contemporáneos, estos dos métodos de investigación, se reflejan de algún modo en el mundo del diseño. Se trata del problema fundamental del orden frente a la libertad, el sistema frente a la espontaneidad, pero lo importante es que sólo acercando y complementando ambos extremos podremos llegar a configurar la verdadera imagen del todo. Quedarse con una sola parte no es suficiente. La tarea es crear orden donde aparenta reinar la incompatibilidad.


Traducción del japonés: Maria Badia Rabassa

Revisión: Ángel Martín Ramos

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