Ahora bien, sucedió la cosa más imprevisible. Mi suerte inesperada fue seguiida de un infortunio no menos extraordinario. Pasaron tres, ocho días, sin cruzarme con ella. Schmidt se había ido con su familia para preparar mejor su tesina. Por muy enamorado que estaba, ni siquiera se me ocurría la ide de distraer la menor parcela de mis horas de estudio en busca de Sylvie. Mi único momento libre eran las horas de comer. Por consiguiente, prescindí de la cena. Read More