“Aquí, en Holanda, sentí que la más pequeña de las colinas sería suficiente para abarcar todo el país: todos sus ríos, prados, canales, sus ciudades rojizas, como un inmenso mapa que uno podía acercar o alejar de sus ojos.” (Zbigniew, 1991)
El Delta neerlandés está tejido por un laberinto de ríos y arroyos que discurren zigzagueantes a través de vastas extensiones de marismas. La acumulación de sedimentos fluviales y marinos durante siglos ha modelado un territorio frágil e inestable, especialmente vulnerable a la acción del hombre. Por lo tanto, la acomodación del Delta para la colonización humana es una empresa de audacia técnica pero incluye también principios estéticos. Técnica, porque el drenaje de las lagunas interiores, o pólderes, supone un ejercicio de ingeniería hidráulica extraordinario. Estética, puesto que la consolidación del Delta implica el sometimiento de la naturaleza al yugo racional de la geometría. En este sentido, la construcción del territorio neerlandés consiste en la composición del jardín, es técnica y estética: ciencia y arte. En este contexto, la cartografía y la pintura son los instrumentos que contribuyen a fijar los elementos del imaginario colectivo. La identidad del Delta neerlandés se traza con compás y brocha sobre carta y lienzo. Read More