GUILLERMO YÁÑEZ PARAREDA

Guillermo Yáñez Parareda, doctor Arquitecto y Licenciado en Bellas Artes, es profesor titular de Proyectos en la ETS de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid. Fue catedrático de Perspectiva en la Facultad de Bellas Artes de Madrid (1979-80) y becado por diversas instituciones nacionales y extranjeras, entre ellas el Ministerio de Educación de Dinamarca y la National Science Foundation de Estados Unidos. Obtuvo en dos ocasiones la Beca March, en 1972 y 1974, así como el Primer Premio de Monografías de Arquitectura del Ministerio de la Vivienda en 1974. Fue el coorganizador de la primera exposición “La Energía Solar en la Arquitectura” en el Ministerio de la Vivienda en 1974. Ha participado como ponente y miembro del Comité Científico en varios congresos de energía solar y ha impartido conferencias en diversas universidades y fundaciones. Desde 1986 ha dirigido trabajos de investigación y realizado proyectos relacionados con la arquitectura solar y bioclimática para diversos organismos y comunidades autónomas en el campo de la vivienda y la arquitectura docente y sanitaria. Es autor de diversas publicaciones sobre energía solar y luz natural en la arquitectura, entre las que destacan Energía Solar, Edificación y Clima Tomo I y II, MOPU 1982; Arquitectura Solar, aspectos pasivos, bioclimáticos e iluminación natural, MOPU 1988; Arquitectura solar e iluminación natural, Editorial Munillalería 2008.


A propósito de economía y salud es necesario traer aquí lo que Aalto denomina irónicamente, la línea teórica de la economía de la construcción. Dicha línea se plantea, según Aalto, sencillamente de este modo “¿Cuál es la forma de la casa más económica?”. Su contestación es la siguiente: “Si tenemos, por ejemplo, un bloque de cinco pisos, seis pisos, ocho pisos, surge la pregunta: ¿Qué profundidad debe tener? ¿Qué largo? ¿Cuál es el método más barato que permita dar a la gente las viviendas que necesitan? Naturalmente eso debería llamarse ciencia, pero no lo es. La contestación es muy simple: cuanto más profunda es la casa, más barata. Esto está claro. Se podría ir más lejos y afirmar que la casa más inhumana es la más barata y, por lo tanto, que la luz más cara de que disponemos es la luz natural. Si la eliminamos entonces conseguiremos casas más baratas. Lo más caro es el aire puro, porque no sólo es una cuestión de ventilación sino también una cuestión de planificación de la ciudad. El aire puro para las personas cuesta muchas hectáreas de suelo, para tener buenos jardines, bosques, vías de tráfico y prados.

No puede conseguirse una auténtica economía de construcción de ese modo ridículo. La economía de la construcción resulta de la cantidad de buenos artículos que podemos ofrecer a bajo precio. Lo mismo sucede en cualquier economía: la relación entre la cantidad y la calidad de un producto y el precio del mismo. Pero si prescindimos de la calidad del producto, la totalidad de la economía no tiene sentido en ningún terreno y lo mismo ocurre con la arquitectura”1.

1 Yáñez, Guillermo. Arquitectura solar e iluminación natural: conceptos, métodos y ejemplos. Madrid: Munilla-Lería, 2008, p. 580.El fragmento de Aalto está tomado de Schildt, Göran (ed). Alvar Aalto In His Own Words. Helsinki: Otava Publishing Company, 1997.


Nos reunimos en su estudio de Madrid el 25 de octubre para charlar sobre la luz natural y la arquitectura, y nos ocupamos además de una amplia variedad de temas relacionados con: la arquitectura solar; la sostenibilidad en la arquitectura; la distinta actitud de los maestros modernos en relación a la luz, como Wright, Mies van der Rohe o Le Corbusier; la diferencia entre la luz solar y la eléctrica; la importancia del urbanismo en la sostenibilidad, etc. La limitación en la extensión impide reproducir aquí toda la conversación, una carencia que sin duda el lector interesado en la materia podrá de sobra suplir con la lectura de su bibliografía, de la que destacamos especialmente su último libro: “Arquitectura solar e iluminación natural”.

Tengo la impresión de que la mayoría de los textos que hablan sobre la luz en la arquitectura, o son demasiado poéticos o son demasiado técnicos. En cambio, tu bibliografía parece encontrarse en un lugar intermedio: en ellos tan pronto hablas de cómo emplean la luz solar los maestros modernos, como detallas determinados procedimientos de cálculo relacionados con la luz.

Siempre me han interesado las cuestiones relativas a la energía solar y a la luz natural con el proyecto arquitectónico. Es importante conocer diferentes aspectos como la orientación solar, la adaptación al clima, la captación pasiva de la energía solar, el aprovechamiento de la luz natural, el control solar… Pero una cosa es saber y otra aplicar, en la medida de lo posible, dichos conocimientos. Y eso es bastante más difícil. Cualquier diseño debe ser resultado de la razón, pero sólo con razones no se hace arte. La ciencia y la técnica nos dicen, fundamentalmente, cómo no hay que hacer las cosas, pero nunca cómo han de hacerse. Además, si se pretende que en un proyecto todo tenga las máximas prestaciones en términos de eficiencia energética y sostenibilidad, llega un momento que el edificio resulta insostenible en términos económicos al encarecerse mucho. No se puede pretender construir “monumentos a la sostenibilidad”, en nuestros proyectos tenemos que encontrar el punto de equilibrio entre el coste económico y el ahorro energético.

En tu extensa bibliografía analizas cuestiones muy diversas, siempre relacionadas de algún modo con esa forma de energía visible que es la luz solar, pero quizá lo que más me ha llamado la atención ha sido la importancia que le das a la ciudad en relación a la luz solar. Para ti, tanto o más importante que el diseño arquitectónico es la planificación urbana en relación a la luz del sol: lo que denominas “urbanismo solar”.

En efecto, la organización de la ciudad es uno de los aspectos más importantes de la sostenibilidad. Uno de los principios de la sostenibilidad consiste en aprovechar las energías renovables y la luz natural lo es. Al aprovechar al máximo posible la luz natural en los edificios se consume menos energía eléctrica para su iluminación y acondicionamiento. Pero la cantidad de luz natural que pueda ofrecer una ventana no depende sólo de su tamaño y del tipo de cielo, depende también del espacio libre entre edificios para permitir un mayor ángulo sólido visible del cielo. Por otra parte, hay que considerar además otros aspectos relacionados, que a veces pueden entrar en colisión, como son la adaptación al clima, la captación de energía solar, el deslumbramiento, la frecuencia relativa de cielos despejados y cubiertos y su potencia lumínica, los vientos favorables.

El clima y el lugar pueden propiciar un urbanismo compacto o abierto según si las condiciones climáticas son muy extremas —climas muy fríos o muy calientes— o más favorables, como es el caso de los climas mediterráneos. En cualquier caso, por razones energéticas será necesario combinar una cierta densidad urbana con edificios de altura optimizada que permitan el acceso al sol y una proporción adecuada de espacios verdes. Esto es difícil de conseguir en la ciudad consolidada, cuyos valores históricos y culturales hay que preservar, pero se debe intentar en los nuevos trazados urbanos.

Esto que comentas me hace pensar en los análisis de Atkinson, Gropius o Le Corbusier sobre la relación entre el urbanismo y el sol.

Allá por 1929, Gropius propugnó un urbanismo abierto con edificios de viviendas en altura porque, como él mismo dice, “proporcionan un máximo de ventilación, de soleamiento y de vegetación con necesidades mínimas de circulación y mantenimiento”. Manteniendo constante el volumen a construir y la superficie de suelo, la recuperación de terreno libre en función del número de plantas, según algunos estudios, disminuye asintóticamente muy rápido. Hoy estos estudios deberán contemplar más variables, incluyendo el ciclo de vida del edificio y su capacidad de autosuficiencia energética. Quisiéramos recordar también aquí las ideas de Rogers, a propósito de Londres, para evitar la ciudad difusa de barrios monofuncionales mediante otro concepto de ciudad con estructura densa y policéntrica con barrios mixtos y más autosuficientes, que favorecen el transporte público y reducen el uso del automóvil.

Será necesaria una síntesis de ambas concepciones. La primera de carácter racionalista como propuesta esquemática para nuevos desarrollos urbanos y la segunda de carácter postfuncionalista que contempla el fracaso de la “ciudad funcional”.

Vamos hacia ciudades más verdes, más saludables y más autosuficientes donde, como diría Le Corbusier, el sol marque las horas de las actividades humanas principales.

Estos comentarios sobre el urbanismo y la sostenibilidad energética, económica y sanitaria en relación a la luz me hacen pensar en las reflexiones de Alvar Aalto que recoges en tu libro*.

Aalto tiene pocos textos, pero muy certeros, especialmente este al que te refieres. En un momento en que los estragos de la guerra hicieron necesaria la construcción de un gran número de viviendas de bajo coste, se pregunta cómo debe ser la forma de una casa económica. Teniendo en cuenta que la construcción más barata es la que se realiza en aquellos solares con menos fachada a la calle y más profundidad, llega a la conclusión de que la casa más barata es la que apenas tiene luz natural. Esta reducción al absurdo le sirve finalmente para afirmar que no tiene sentido que la arquitectura prescinda de la calidad únicamente en aras de la economía, porque la casa más barata es la más inhumana. ¿Qué es más rentable, curar a la gente en los hospitales como resultado de unas malas condiciones de vida en la ciudad, o construir una ciudad más sana y saludable, con vegetación, sol y aire limpio? En efecto, la salud cuesta dinero, pero es mejor gastárselo en parques que en hospitales porque, al margen de lo económico, nuestra vida sería mejor. Para garantizar la luz natural y un aire más limpio en las viviendas es necesario optimizar la ocupación del suelo, considerando los aspectos económicos desde un punto de vista más amplio, como apunta Aalto, incluyendo hoy parámetros de sostenibilidad y de cambio climático que, óbviamente, no podían contemplarse en su época.

Exacto, pero con un modelo económico como el nuestro en el que aún se mira con añoranza la época dorada del ladrillo a la vez que se recorta en sanidad, esto parece casi una utopía. Son demasiados los que siguen sin darse cuenta del valor que tiene para el ser humano y sus ciudades la luz solar, que tanto aporta y que tan poco cuesta.

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