SASKIA SASSEN. Hem de parlar

El pasado 18 de enero, Saskia Sassen, profesora de Sociología en la Universidad de Columbia de Nueva York y autora de Territorio, autoridad y derechos (Katz, 2010) habló en el ciclo de conferencias Crisis que está teniendo lugar en el CCCB hasta finales de marzo. Sassen es la investigadora que acuñó y definió el término de “ciudad global” y lleva más de treinta años estudiando éste y similares fenómenos.

Durante la conferencia[1] Sassen defendió la idea de que el sistema neoliberal actual, basado en un sistema de finanzas global, ha invertido el proceso de inclusión de personas como agentes imprescindibles en el consumo de masas (keynesianismo de los años 40) hacia todo lo contrario: un sistema que expulsa, que necesita menos gente porque ha encontrado modos de generar plusvalías sin integrar a las personas. Además, Sassen ensancha la definición de “ciudades globales” y pone hincapié en su falsa homogeneidad a través de la revalorarización de la historia económica material de un lugar y, finalmente, discute las sinergias entre la gobernanza global y la gobernanza nacional analizando los sectores del gobierno nacional que ganan o pierden poder gracias a su capacidad de involucrarse y servir a la economía financiera global actual. Eso último soporta el argumento que anuncia los nuevos procesos de expulsión de población cerrando así el círculo de la charla y enunciando algunos aspectos de la entrevista que aquí se presenta.

A lo largo de esta entrevista, Sassen contextualiza algunos términos que se han traducido de manera un tanto reduccionista en otros ambientes. “Global”, “sostenibilidad” o “justicia social” son algunos de estos términos que, efectivamente, los arquitectos usan con frecuencia para adjetivar la ciudad. Además, hablamos con Sassen del papel del arquitecto y la arquitectura en la “ciudad global”, es decir, de aquellos pocos profesionales que construyen el espacio estratégico del poder (distritos financieros, etc.); un espacio en aumento por la dimensión relativa que ocupa en la ciudad actual y por el número creciente de ciudades que conforman la red global. Se da la paradoja que las empresas multinacionales usan la ciudad porque la aglomeración urbana conlleva una serie de beneficios económicos y de mercado. Pero, simultáneamente, esto implica una expulsión de población local a causa de procesos de gentrificación, y un proceso continuado de reconstrucción (los sectores estratégicos necesitan espacios “a la última” que caducan muy rápido). Argumenta Sassen que, al contrario de lo que comúnmente se admite, importa mucho la historia económica profunda del lugar que orienta la especialización de la ciudad y que explica esta condición particular de cada distrito. Y aunque hay todo un despliegue de medios en la ciudad para acoger estas actividades globales, los “edificios infraestructura” hablan un lenguaje muy opaco que publicita el hecho de estar a la última pero que impide entender exactamente lo que está ocurriendo dentro, y hace invisible esa especialización única de cada ciudad global.

Esperamos que la entrevista suscite más preguntas sobre estas cuestiones poco evidentes y complejas y que despierte el interés por disciplinas como la Sociología o la Economía urbana.



[1] Colgada en la web del CCCB,  http://www.cccb.org/es/curs_o_conferencia-crisis-35684

¿Qué piensa usted del papel del arquitecto y de la arquitectura en la ciudad global?

Para empezar, hay que entender que la ciudad es un espacio de producción; pero no de cosas materiales, sino de nuevos formatos organizacionales. Ha habido un cambio fundamental en el cual la ciudad ha pasado de ser un espacio rutina de administración, a ser un espacio estratégico y de producción, de innovación. Este cambio ha dejado huella en el espacio urbano y la arquitectura entra en esta coyuntura. Si este pasaje hubiera sido simple y hubiera pasado en el espacio cyber, sin “footprint” (huella), sin ese momento urbano, entonces todo lo que estamos diciendo ahora no tendría sentido. Pero, irónicamente, no importa cuán electrónico sea y cuán digital sea este cambio ya que hemos descubierto que este pasaje tiene un momento territorial muy fuerte que ha ido tomando más y más territorio –en el doble sentido– a medida que se ha expandido la globalización. Por un lado, hay más ciudades globales –ahora, unas 70– que articulan una economía global estandarizada con el espesor cultural y organizativo  de las economías nacionales. Y por otro lado, dentro de una ciudad, la economía global ocupa más y más territorio, tal y como se ha observado con la expansión del distrito de oficinas, del espacio del consumo de lujo, etc. En realidad, este proceso se ve como una cosa un poco irónica y “counter-intuitive” (opuesta a la lógica intuitiva). ¿Por qué las multinacionales, que tienen los recursos para comprar y que están operando en todo el mundo, necesitan esa base territorial? Las viejas burguesías necesitaban la ciudad como espacio de representación y de proyección. La ciudad les otorgaba una especie de autoridad y derecho a “robar” las economías nacionales: el “cleansing space” o espacio que les lavaba la cara. Pero las élites de hoy en día no necesitan la ciudad, sólo la usan. La ciudad es un espacio estratégico operacional y en red que necesita de muchas otras ciudades, y cuantas más ciudades, más va aumentando la red. Ese momento territorial implica dos cosas. Primero, que invade los espacios que estaban ocupados por otros sectores: el fenómeno llamado gentrificación en el que se desplaza a los residentes de un lugar en favor de clases con más poder adquisitivo. Segundo, implica reconstruir un espacio central de la ciudad haciendo uso de las nuevas tecnologías y creando espacios “state of the art” (a la última, con las tecnologías más avanzadas) ya que estas nuevas elites o estos sectores productivos que tienen un momento territorial muy fuerte los necesitan. En definitiva, resulta que todos los espacios de consumo, de oficinas, residenciales, o espacios como el aeropuerto tienen que ser “state of the art” –Londres tiene hasta seis sistemas distintos de infraestructuras tecnológicas– y el resto de la ciudad no importa. Ese momento territorial viene con muchísima carga, porque implica reconstruir y regenerar tejidos existentes y conlleva espacios centrales que van en expansión. Así que, insisto, el cambio de paradigma de ciudad espacio rutina a ciudad espacio de producción tiene una huella urbana muy fuerte en la cual la arquitectura juega un papel fundamental.

¿Es la imagen de la ciudad lo que se transforma con la globalización?

No, no se transforma solamente la imagen. No es simplemente un cambio de visualidad. Es la experiencia de los fragmentos de ciudad que están “a la última” –que van desde el centro comercial más de vanguardia de Shanghái hasta los hoteles que están a la última y que no se pueden comparar con los hoteles convencionales de cuatro o cinco estrellas–. Esa espacialidad, que se va reproduciendo de ciudad global tras ciudad global, es una reinvención del espacio urbano. Es un proceso invasivo que implica una renovación enorme. Un proceso donde entran en juego todas las formas del conocimiento más avanzado. Ahí entra el arquitecto. El arquitecto entra a nivel de orden visual. Pero hay que tener en cuenta que más allá del orden visual, muchos de los edificios de este nuevo espacio de la ciudad son infraestructuras, y entonces ya no es sólo cuestión de imagen, sino de cómo se usan. Aquí la cosa se vuelve complicada. El argumento que hago yo es que hay una confusión en el postulado que afirma que “la globalización homogeniza a las economías de la ciudad”. Cuando los urbanistas, los planificadores y los arquitectos analizan la economía global hacen una confusión fundacional (en el sentido de que, entonces, ese error les lleva a una cadena de análisis que se va separando de lo que yo entiendo por economía global). En el periodo keynesiano, cuando el espacio era un espacio de rutina y de administración, ahí las economías urbanas eran muy iguales. Hoy en día, en cambio, cuando se entra en un nivel muy especializado de análisis, pasan otras cosas y surgen nuevas combinaciones. La economía global requiere más y más especialización. En EEUU tenéis a Chicago y Nueva York como dos grandes centros financieros. A nivel de edificios de vanguardia son la misma cosa, pero son totalmente distintos si se mira cómo vienen usados. Por seguir con el ejemplo, en Hong-Kong y Shanghái, los dos grandes centros financieros de China, los edificios de oficina de vanguardia son iguales, el arquitecto les da otra forma pero, en realidad, el olor es de homogeneidad. Esta cuestión del orden visual, que comporta ”estar a la última” y en la que no importan las distintas formas, implica que estos edificios acumulen complejidad –de ingeniería, de tecnología, de funcionamiento– y pasen a considerarse verdaderas infraestructuras. Como infraestructuras en una economía global, los criterios de producción están estandarizados. Es el caso de los aeropuertos en los que hay arquitectos muy distintos que les dan diverso orden visual, pero hay una globalización de los estándares de producción que hace ineluctablemente referencia a la máxima de “estar a la última”. Luego, si es infraestructura, significa que es necesaria pero indeterminada y en esta “indeterminacy” (falta de especificación) existe una enorme variabilidad de cómo puede ser usada esa infraestructura. Entonces, lo importante es reconocer que ese entorno de vanguardia que es el centro financiero de una gran ciudad, ha cambiado el posicionamiento estructural. En los tiempos del Woolworth Building (Chicago, 1910), los primeros edificios de oficinas tenían dos características. Una, que eran arquitectura, o sea que los arquitectos ahí confrontaban un nuevo formato y había que convertirlo en arte. El desastre de los edificios de oficinas está en las décadas de los 50, 60 y 70: todos son cajas de zapatos (con excepciones). En general eso no es arquitectura, son sólo edificios de oficinas. Pero esa primera generación de los rascacielos de Chicago confronta un nuevo formato y se quiere hacer arquitectura. Los edificios de Chicago son una belleza. Es una invención de un nuevo orden visual que funciona como arte. Es un logro. La segunda característica es que esos edificios hablaban el lenguaje de “yo soy espacio de oficinas; aquí esto está lleno de trabajadores de oficinas”. Y era verdad. La mayoría eran trabajadores rutinarios de oficinas. Era un lenguaje claro. Era transparente. Pasamos a la época de hoy y todavía uno sabe que son espacios de oficinas. Pero la realidad es que ya no hablan un lenguaje transparente. El orden visual sugiere que hablan el mismo idioma que antes, pero no es así.

O sea que nosotros en realidad lo vemos, pero no sabemos como lo están usando. ¿Qué están haciendo ahí?

Hay que entender que ahora la retícula está enormemente especializada. La mayoría de cosas que pasan en esos edificios no son trabajo de oficinas. Los trabajos de oficina están subcontratados en los suburbios, en las pequeñas ciudades o en otros lados del planeta. Entonces, ahora, sí que se puede afirmar que, solamente fijándote en el mundo de las finanzas, es totalmente distinto el uso del distrito financiero de vanguardia de Hong-Kong de de París.

Si no es el arquitecto quien define el uso que se hace de esos edificios infraestructura, ¿qué es lo que marca los diferentes usos y especialidades de cada ciudad global?

En relación a ese punto, se puede decir que lo que está pasando en las economías urbanas del mundo global puede ser muy distinto. Y yo no llego a más . Yo digo que, a medida que hemos avanzado, en estos treinta años, a esta época de más y más especialización, más ha importado la historia económica profunda de este lugar (esto solamente cuenta para las grandes ciudades, esto no cuenta para las ciudades pequeñas). Entonces, en mi opinión, la especialización de una ciudad no es una función de las clases creativas, porque las clases creativas las tienes que importar si no tienes una historia de especialización profunda. La parte estratégica de la economía del conocimiento, que marca la diferencia entre estas ciudades, viene de su historia.

¿Y usted piensa que la arquitectura puede intervenir en el mundo social?

Por un lado, la arquitectura hoy gira más hacia la práctica artística, la práctica urbana y el orden visual. Por otro lado, existen arquitectos tecnológicos –de formación o reclutando ingenieros para trabajar– que tratan mucho la cuestión climática y que, por lo tanto, se acercan más a la creación de edificios infraestructura como los que hablábamos antes. Pero efectivamente, la variable “ser arquitecto” se amplía mucho y yo conozco muchos arquitectos que funcionan como artistas o activistas comunitarios.


“Las grandes ciudades han sobrevivido mucho más que imperios, reinos y grandes empresas.”


¿Qué fecha de caducidad tienen estas infraestructuras, estos edificios?

Yo creo que la variable de la temporalidad es bien interesante. Estamos entendiendo por qué estas ciudades de repente envejecen y dejan de funcionar. Una de las cosas que pasa en esta época es que esa necesidad de un espacio territorial también genera una necesidad de renovación en el espacio urbano. Hay otras dimensiones de la temporalidad que a mí me interesan como es el hecho de que la ciudad, la verdadera ciudad, es para mí un sistema incompleto y en esa “incompleteness” (condición de incompleto) existe su longevidad. Las grandes ciudades han vivido, han sobrevivido, mucho más que imperios, reinos y grandes empresas. La condición de incompleta de la ciudad es más abstracta mientras que las empresas son más cerradas, y eso les da más rigidez. Hay una cualidad muy interesante en las ciudades que es que el momento en que se destruyen es el momento de su reconstrucción. En cambio, alguien destruye una empresa y se acabó. Se destruye el reino y se acabó. Eso indica que hay lecciones que aprender de sistemas complejos, abiertos e incompletos y de las posibilidades de intervención y las posibilidades de acción. A veces una puede capturar con la palabra un espacio que tiene elementos anárquicos pero en realidad hay una sistematicidad en eso que no es anárquico, es una sistematicidad que tiene que ver con la palabra “incomplete”. Cuando se usa como nombre define una propiedad, una característica de un sistema, un tipo de sistematicidad.

Queríamos hablar del tema de la polarización en estas ciudades globales. ¿Usted cree que el diseño urbano puede ayudar a deformar este camino hacia la polarización o, por lo contrario, está a su servicio?

Ambas cosas. La arquitectura está en la condición de “mutant” (mutante). Pero “mutant” tiene olor de monstruo. Al igual que “incompletness”. Yo quiero recuperar como muy valiosas las condiciones que se entienden comúnmente como negativas. El poder es quien quiere la cosa cerrada para controlarla. Es el poder que no quiere el “mutant”. La arquitectura va aumentando esa variable (de mutante) y aumenta la capacidad de “mutancy” (mutabilidad). Mutabilidad es la capacidad de mutar, es un poder. Es una especie de ensamblaje que puede tomar un seguido de elementos sin perder compás (activistas sociales, tecnologistas, ingenieros). La arquitectura hoy en día es un tema muy interesante, una ventana a tantas cosas.

En las políticas urbanas contemporáneas, hay discursos que intentan, a través de la arquitectura, construir la globalidad de la ciudad. La lógica que promulgan es que si hacemos edificios altos, si la ciudad acomoda espacio para las finanzas, entonces esta ganará posiciones en el “ranking” de ciudades globales.

Esa es la cuestión del orden visual. Un orden visual desde el cual se proyecta a “one to one relationship”. Es decir que si tenemos este tipo de oficinas somos una ciudad global. Tener un distrito de oficinas de vanguardia es también un acto de comunicación porque lo que estás diciendo es: “yo tengo todo lo que necesitáis vosotras, empresas que estáis a altos niveles, para hacer vuestras cosas”. O sea, el arquitecto también entra ahí ya que comunica ese “state-of-the-artness”. Y en este sentido también se considera infraestructura. Cómo va a venir usado, no hay forma de saberlo, pero lo que te dice es: “aquí está todo para que tu hagas derecho, contabilidad, etc.”. Entonces la ciudad global es un espacio frontera entre una cultura nacional un poco espesa, un sistema más internacionalizado y globalizado, y un espacio de producción de capacidades muy específicas que yo llamo “organizacional commodities” (bienes organizativos). Yo digo que la ciudad produce un tipo de “knowledge capital” (capital de conocimiento) que es más que la suma de todo el conocimiento que pueda existir en las cabezas de los grandes profesionales que tiene la ciudad porque, justamente, es un espacio de intersección, de comunicación, en donde pasan muchas cosas. Es un espacio dialógico. La ciudad no es solamente el conjunto de los edificios de vanguardia, es realmente un espacio de producción. Pero no de producción de coches o de mesas, sino de producción de capital de conocimiento urbano.

1 Comment

  1. Muy interesante entrevista. Para leer con calma y varias veces. Evidentemente, como suele ocurrir con la sociología, es una pena que se limite a describir con tanta precisión la situación actual. Si bien el análisis de la ciudad global puede hacernos intuir hacia donde van a orientarse las cosas, personalmente echo de menos que se aventure a formular hipótesis de que ocurrirá. Pero muy buena entrevista.

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