Ser o no ser consciente; esa es la cuestión

El devenir natural de la fase posdefensa de una tesis obliga a numerosas relecturas, en donde las interconexiones entre capítulos o la simple condensación del texto la hacen parecer muchas otras investigaciones al mismo tiempo. En estas líneas se podría esperar algo parecido. Sin embargo, en lugar de resumir estrictamente el contenido de la misma, la ocasión que brinda este artículo y su vehículo de transmisión me han llevado hacia un enfoque más didáctico de esta experiencia, empleando como hilo argumental todo lo que significó ese proceso apasionante de ida hacia lo desconocido.

Existen dos motivos importantes. Por un lado, arrojar muy modestamente algo de optimismo poniendo el acento en aquellas tesis que se descuelgan de una línea de investigación, cuando el interés personal del doctorando encuentra el apoyo de sus directores de tesis para intentar roturar un campo nuevo. Por otro lado, aparece la primera ocasión de compartir aquellos momentos en los que esa falta de información y de rumbo se sustituyen por la intuición y sus resultados, muchas veces agridulces, pero en los que ese ansiado momento Eureka! recompensa sobradamente el desánimo que pudiese haber aparecido.

Ataque psicológico

La vulneración de las leyes naturales es algo que nos seduce. En mi caso, esas realidades de baja probabilidad me cautivaron cada vez que alguno de mis amigos (hoy magos profesionales) introducían dos monedas en mi propia mano cerrada a cal y canto, mediante la materia a través de materia. El inexplicable sonido metálico que producía ese choque de los dos dólares se convertía en una violación de mi intimidad. Evidentemente esas monedas no habían atravesado mi mano. Ellos siempre me llevaban a su terreno. En esos momentos, estaba completamente a su merced.

Tras haber sido víctima de varios ataques psicológicos de ese estilo, y tras sorprenderme a mi mismo (como tantos arquitectos) intentando escamotear la mayor parte de juntas en un único detalle constructivo, me empeñé en encontrar un leitmotiv sobre el que pudiese establecer un diálogo con la disciplina de los ilusionistas a partir de mi formación académica, pero sin vulnerar su secreto profesional. En arquitectura, cualquier espacio de una acción que pretenda atrapar los sentidos es siempre seductor. Sin embargo, cuando esa acción atenta directamente contra las leyes naturales, nos sitúa frente a la incoherencia y el conflicto, y cuestiona la base racional sobre la que hemos sido educados. La tesis doctoral “Arquitectura e Ilusión” parte de un interés personal en ese tipo de situaciones, latentes desde la adolescencia y pretende establecer un vínculo entre dos caminos que, por aquel entonces, parecían discurrir muy distantes.

Aquel interés adolescente se volvió propósito y reto al mismo tiempo. Propósito porque podría merecer realmente la pena; reto, porque las referencias bibliográficas sobre este cruce de disciplinas son muy escasas y puntuales; porque en arquitectura se tiende a identificar ilusionismo únicamente con Barroco y perspectiva; porque la simple mención de la palabra magia en un trabajo académico genera un escepticismo previo (incluso) a su lectura, y porque en la primera página de cada uno de los libros más técnicos de la disciplina que pretendía hermanar con mi profesión reza la frase for magicians only”.

De todos los retos iniciales, el más preocupante era definir claramente de qué tipo de engaños se pretendía hablar y encuadrarlos en un contexto científico, sobre la base del conflicto lógico. Debía aclarar mi posición, y la aproximación cronológica fue la disculpa perfecta para narrar una historia que me permitiese acotar el objeto de estudio. La cultura que adquirimos quienes pasamos por una escuela de arquitectura nos permite establecer este tipo de relaciones entre Tecnología y Humanidades. En este caso, mito, fe y creencia, y todas las arquitecturas que se apoyaron en elementos naturales (animistas) suponían el comienzo de un recorrido por la historia de la arquitectura. Este viaje por la cultura egipcia, el humanismo griego, la concepción espacial tectónica romana y las culturas mesoamericanas, desplazaban poco a poco el vocablo “magia” del título de la tesis a favor del “ilusionismo”. Todo ello porque, salvo los casos de corrección óptica de la cultura helena (además de pneumática de Herón de Alejandría) y ciertas “apariciones” en el templo de Abú Simbel y en Chichén-Itzá vinculadas al calendario solar, situaba la mayoría de esas arquitecturas en un plano de fascinación, como el ilusionismo, pero no obtenida a través del engaño a la percepción.



Durante la Alta Edad Media, buhoneros y sacamuelas se situaban en el espacio público de los burgos. Y resulta evidente que muchas de estas plazas se encontraban a las puertas de la correspondiente catedral en construcción. La habilidad científica de aquellos saltimbanquis, hoy trileros (fig. 01) a las mismas puertas de los mayores edificios que el hombre ha construido como símbolo de fe, supone, en esta investigación, el fin de las dudas sobre el objeto de estudio, y la incorporación del tercer y definitivo pie que cose espacio e ilusión: la percepción, la neuropsicología y, más concretamente, todo lo relativo a las ilusiones ópticas, visuales y cognitivas.

De este modo, numerosas construcciones del renacimiento y barroco apoyadas en los efectos perspécticos (ilusiones visuales) aparecen como los primeros ejemplos sistemáticos de los efectos de transformación en el espacio, por otro lado, los más inmediatos para el arquitecto.

Con la revolución industrial, la habilidad de estos personajes itinerantes los convierte en físicos recreativos, y su itinerancia se vuelve sedentarismo en los vodeviles de las grandes ciudades. Se trataba todavía de habilidad, hasta que Jean Eugene Robert-Houdín, a mediados del s.XIX elimina todo objeto superfluo de la escena en aras de no levantar sospechas. Sin duda, podríamos estar hablando del manifiesto de Adolf Loos tan solo unos años más tarde en Michaelerplatz. La magia blanca comienza su trayecto hacia el ilusionismo; el eclecticismo, hacia la arquitectura moderna; y esta investigación encuentra su título definitivo.

El momento Eureka!

Sorteado ese primer reto (es sorprendente lo perecedero de los títulos y los índices durante todos estos procesos), el siguiente consistía en sistematizar el análisis de la arquitectura sin perder el rigor alcanzado con el tercer pie, el de la percepción o, en este caso, psicología de la decepción. Además, había llegado a la conclusión de que los tratados de magia serían los más útiles si lo que se quería era ordenar la arquitectura desde fuera de ella, lejos de sus clasificaciones más convencionales.

De los innumerables factores que entran en juego en cualquier efecto de ilusionismo, me decanté, en primer lugar, por las herramientas. Del mismo modo que los arquitectos trabajamos con perspectiva, recorrido, etc., los prestidigitadores emplean el forzaje, el timing, la misdirection…. Precisamente este aspecto, el ser útiles de trabajo, los convierte en universales en todas sus manipulaciones. Se podría analizar cuánto de diversión de la atención (misdirection) o cadencia (timing) hay en un efecto o en otro, pero además de estar vulnerando el secreto profesional, una clasificación de este modo ofrecería un sinfín de opiniones subjetivas.

Otra clasificación posible sería aquella que analiza la presencia de los principios fundamentales del ilusionismo (definidos por Nevil Maskelyne) en el espacio: unidad, coherencia y justificación. Pero el mero hecho de tratarse de principios fundamentales, también los convierte en universales, y sin su presencia, no existe ningún efecto. En el texto, estos principios se ilustran aplicando la teoría de Maskelyne a la fachada de la Looshaus en Viena (1910).

Para no extenderme demasiado, de todas las posibles clasificaciones que ofrece este bello arte, opté por aquella que ordena el ilusionismo desde el punto de vista de lo que percibe el espectador, esto es, una clasificación por efectos, y no por secretos. Este fue uno de esos momentos Eureka! que catapultan cualquier investigación. Estudiando las clasificaciones que a lo largo del s. XX habían ido elaborando los prestidigitadores que acompañaron su oficio de un cuerpo teórico y agrupando sub-efectos dentro de su efecto principal (por ejemplo, una multiplicación no es otra cosa que la acumulación de apariciones o producciones sucesivas), se conseguía englobar el ilusionismo en nueve efectos principales, que desde aquel mismo instante pasarían a ser las categorías que ordenasen mi particular historia de la arquitectura: Aparición, Desaparición, Transposición, Restauración, Penetración, Transformación, Características extraordinarias, Levitación  y Adivinación. Recuerdo perfectamente ese día y esa emoción; cómo se me iban apareciendo ejemplos rotundos de levitación con el Caixafórum, transformaciones heredadas del Renacimiento, pilares imposibles a pandeo (por encontrarse a tracción bajo una presentación de compresión),… pobre incauto! Todavía faltaba encontrar ejemplos de otras seis categorías más, algunas tan complejas como la adivinación o predicción en arquitectura.

En todo caso, por mi cabeza seguían rondando todas esas apasionantes herramientas de los ilusionistas, que casi siempre encontraban su homólogo en nuestra profesión. Me resistía a abandonarlas, porque son las que condensan o hacen inteligibles las bases de la psicología de la decepción para aquellos que no pertenecemos al mundo de la neuropsicología. Encontré la forma de incluirlas en el texto como una lectura transversal, dado que los efectos más rotundos de muchas de esas nueve categorías presentaban una de estas componentes en mayor medida que las demás. Y de no ser así, el uso de estas herramientas en el espacio sería el que me ayudase a decidir cuál incluiría. Y por si fuera poco, me permitía explicar las herramientas de la prestidigitación sin desenmascararla.

Una vez armada la metodología, no quedaba más remedio que tirar de recuerdos, de una colección de imágenes y textos deslavazados recopilados durante mi época de estudiante y de la inestimable cultura de quienes me rodeaban, desde mis directores y profesores compañeros de asignatura hasta cualquiera que en un determinado momento se uniese a la conversación y propusiese una idea. Este tipo de investigaciones son así. Nacen de un interés latente (recuerdo que mi primer agitador de la imaginación fue la escalera de Álvaro Siza en el  CGAC (fig. 02); se van nutriendo de ver las cosas con esta nueva perspectiva y cuando llega el momento de obsesión total, mantenemos inconscientemente los ojos bien abiertos y los oídos alerta ante cualquier estímulo que incite a escribir sobre el tema.

In-genius locii

Definidas las nueve Categorías, a continuación se ofrece un brevísimo extracto de la estructura documental de la Tesis aplicada al espacio:

–       La Aparición (Appearance), vincula instrumentalmente los conceptos de recorrido, simular, disimular, escamoteo y minimalismo. Ordena los objetos por escala, desde la puerta secreta (Loos en el Apartamento R. Kraus, 1907) o mesa secreta (Alison & Peter Smithson, House of the future, 1956), hasta la casa secreta de Anna Frank (Ámsterdam, 1635, 1740, 1840), pasando por la habitación secreta (fig. 03)

–       La Desaparición (Vanishing) se subdivide en dos subgrupos; desaparición física (el objeto es eliminado) y desaparición sensorial (el objeto permanece invisible). Dentro de las primeras, encontramos cúpulas cuyo tamaño interior es notablemente menor que su apariencia exterior (Kirche am Steinhof, Otto Wagner, 1903-1907) o mecanismos como los que plagan la Maison de Verre (Pierre Chareau et Al., 1928-1931) que modifican las relaciones topológicas dentro de la vivienda. El segundo subgrupo sirve como pretexto para hablar de reflexión, invisibilidad, textura, simetría y mímesis en arquitectura. Algunos de los ejemplos que se desarrollan son 4 Vigas (Solano Benítez, 2001), el Blur Building (Diller & Scofidio, 2002), las ciudades enterradas de Capadocia, y en general de la arquitectura anónima y del camuflaje o lo que significa ser como los demás.

–       La Transposición (Transposition) también se subdivide en dos grandes apartados, dependiendo de si el elemento transpuesto se trata de una persona (Pasetto di Borgo, Ciudad del Vaticano) o de un objeto (carpinterías y parterres del Apartamento Charles de Beistegui, 1931, fig. 04). En esta Categoría se desarrolla ampliamente el concepto de misdirection y se hipotetiza sobre el conocimiento que Le Corbusier podría tener de Robert-Houdín a través de Beistegui.

–       La categoría de Restauración (Restoration, roto y recompuesto) permite hablar del cambio de comportamiento de objetos a partir de su ruptura (fig. 05), de resiliencia en el paisaje y en los elementos vinculados al funcionamiento estacional (Baños indios o Bad-Ghats), y por supuesto, de los Materiales de Cambio de Fase (PCM).

–       Penetración (Penetration, materia a través de materia) aborda los conceptos de densidad y transparencia y desarrolla el conflicto a partir del estado original de la escalera de Álvaro Siza en el CGAC (1988-1993, fig. 02) y de las fachadas-diafragma (Nouvel en el Institut du Monde Arabe, 1981-1987), de panel con celdilla (Koolhaas en el McCormick Tribune Campus Center, 1997-2003) y homeostáticas (prototipo Decker & Yeadon).

–       Transformación (Transformation) se subdivide en dos grandes grupos, atendiendo a las causas que producen esa metamorfosis: espacio inerte (desplazamiento del observador) y espacio animado (desplazamiento del espacio). Las transformaciones dentro del espacio inerte se explican a través de la perspectiva, el timing y el forzaje en ilusionismo, y sirven para introducir el concepto de monotonía. Dos grandes ejemplos son Santa María presso San Sátiro (Bramante, 1472-1482, fig. 06) y la Habitación de Ames. Dentro del espacio dinámico, los ejemplos más significativos son la Habitación de Fermat (horizontal) y la Casa Floirac, de Rem Koolhaas (vertical).



–       Características extraordinarias (Extraordinary feats.). En este capítulo se analizan espacios u objetos cuya presentación sugiere alguno de los cuatro conflictos siguientes: invulnerabilidad a las leyes físicas (pilares imposibles a pandeo, escaleras en el aire y estructuras-faquir como SANAA en el Serpentine Pavillion); inalterabilidad, donde se reflexiona sobre la relación entre la alquimia y la tecnología de la construcción (por ejemplo la madera en autoclave o el galvanizado del acero); la reflexión del sonido (gabinete de secretos, estructuras con bóvedas de carpanel y habitaciones de escucha). El capítulo se cierra con una reflexión sobre la formación de la perspectiva de contorno y el pliegue en arquitectura, como subefecto de animación de la materia.

–       Levitación (Levitation). En este apartado se desarrollan los conceptos de equilibrio e ingravidez a partir de estructuras a flexión. El primero de estos conceptos segrega las estructuras cuyo soporte permanece visible en la presentación del efecto y el conflicto reside en la inestabilidad, excentricidad o esbeltez del soporte (las Torres Kio (Johnson & Burgee, 1989-1996) no dejan de ser el Smooth Criminal de Michael Jackson, de 1988, fig. 07). El segundo concepto (ingravidez), nos traslada al Caixafórum Madrid (2008) o al cercano Edificio Castelar (1975) de Rafael de la Hoz, y nos permite hablar del umbral moderno en arquitectura.

–       Adivinación o predicción (Divination, Forecasting). La última Categoría se introduce en las arquitecturas que incorporaban “ojos en la nuca”, como las esferas reflectantes de Barragán en su Casa en Tacubaya (1940-43) o la Breakfast Room de Sir John Soane en Lincoln Inn Fields (1792-1837). Sin embargo, el ejemplo más paradigmático (y quizás el primer efecto de predicción de la Historia en el espacio), lo constituye la cancela de entrada a Le Prieuré, la residencia de Robert-Houdín en Blois, cerca de París. En el barrido de la misma se habían dispuesto dos imanes (en sectores circulares de 30º y 60º) que accionaban sendas campanillas en el interior de la vivienda. Sobre esos ritmos, se podía conocer el número de personas que formaban la comitiva y el grado de conocimiento del espacio al que accedían, preguntándome si puede haber constituido el primer caso de domótica.

El texto concluye con la identificación total del arquitecto que construye un espacio lógicamente conflictivo con el momento de máximo conocimiento del espacio que este proyecta, poniéndose continuamente en el punto de vista del espectador, para generar una ilusión. Este lugar del pensamiento, el in-genius locii, resulta ser el nexo entre los tres pies sobre los que descansa la investigación: arquitectura, ilusionismo y percepción.

En una baraja de nueve cartas he querido retratar otros tantos espacios completamente diferentes en su lenguaje, pero construidos sobre aquel mismo ataque psicológico de los dólares.

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