Instrumentos para afrontar el cosmos. Aprendiendo del Mayo del 68 parisino.

Durante el mayo parisino las emociones se plasman en los espacios físicos de la ciudad a través de la toma de las calles y del mobiliario urbano, la construcción de barricadas y, fundamentalmente, la continua aparición de testimonios en los muros de la ciudad, en forma de pintadas espontáneas o caligramas urbanos. Interacciones y gestos de apropiación que ponen en relación vínculos afectivos determinados y relaciones emocionales generadas en la revuelta, con los espacios físicos de la ciudad de París. Muros, vallas, calzadas y demás elementos urbanos adquieren capacidad y potencia afectiva. Las calles abandonan su papel predominante como vías de tránsito entre el trabajo y la habitación para convertirse en espacios disidentes, de discusión y parlamento colectivo que transforman el espacio urbano. Para pensadores, estudiosos y usuarios de la ciudad supone un reto abordar éstas y otras tantas espacialidades subjetivas contemporáneas. Desde la exploración e incluso invención de herramientas se busca la forma de trabajar con las posibilidades de lo invisible desde la disciplina arquitectónica y la urbanística contemporánea.

En busca de una pistola, o el superpoder que permite entender una esquina.

“Give me a gun and I will make all buildings move”.[1]

Así expresan Bruno Latour y Albena Yaneva la actual carencia instrumental de la disciplina arquitectónica contemporánea. “Dame una pistola”, como quien pide la sal. Para los que no lo sepan, con pistola se refieren a la cámara cronofotográfica que inventó Étienne Jules Marey en 1882. Esa fusión entre un fusil de caza y una cámara, con la que el inventor capturaba y descomponía el movimiento fluido del vuelo de una gaviota o la carrera de un caballo. El resultado, una imagen descompuesta en varios fotogramas, que le permitían conquistar lo que antes había resultado imperceptible para el ojo humano por presentarse en movimiento.

Hoy en día, en nuestro actual mundo líquido, no es el movimiento lo que resulta misterioso, sino lo aparentemente estático, cuya aparente sencillez, también conforma una veladura. De aquí que, Latour y Yaneva reclamen una invención también, pero exactamente para conseguir lo inverso que Marey: Recomponer la complejidad de lo que sólo percibimos separada o parcialmente, inmóvil o finito del mundo que nos rodea.

Esto pasa con muchos edificios, espacios o rincones, que a primera vista se muestran como “desesperadamente inmóviles”, pero son en realidad complejos y evolutivos, porque se transforman, se adaptan, absorben, componiendo espacios o “proyectos en movimiento”.

Construcciones mutables, que no mutantes, a las que sin embargo la disciplina arquitectónica ha tendido a aproximarse desde un perspectiva euclidiana, cartesiana, que no sólo deja al margen la fenomenología, desde la que observar cómo un cuerpo inteligente experimenta su entorno, sino que además olvida la enorme distancia que existe entre la percepción propia o colectiva y “las formas objetivas” que se dice que poseen los objetos materiales”.[2]

Desde el más pequeño rincón en la ciudad hasta las grandes calles o plazas, ninguno de estos espacios puede entenderse como finito, medible o de geometría cartesiana y estática.  Como planteaba Bachelard “lo habitado trasciende lo geométrico”,[3] un simple banco en la calle, por ejemplo, no existe para nosotros hasta que no adquiere un significado, que lo sitúe en nuestra psicogeografía personal, en nuestro mundo.

“Estar dentro de una realidad entraña estar atado a ella a través de las relaciones afectivas (en el último, de amor/odio) con los objetos.”[4]

El espacio arquitectónico y urbano es más una maraña de relaciones que una forma precisa y, desgraciadamente, el ojo humano no puede percibirla y visualizarla de una sola vez. Sería como mirar la esquina de una calle y poder ver todas las capas y relaciones que conforman esa esquina. Como en una radiografía, podríamos ver de golpe todas las personas que han estado paradas en esa esquina, su historia, lo que había antes, lo que allí ha sucedido, las pintadas que se han hecho, los besos que allí se han dado. Sería como tener un poder especial, que nos permitiera ver más allá de los muros. Una pistola de Marey que en vez de parar el movimiento, lo generase, activando lo invisible.

La complejidad de los espacios viene dada por las interacciones, las superposiciones, el uso y las conexiones entre agentes o “actores” y espacios, o entre los propios actores entre sí. Algunas situaciones que relacionan los afectos y el espacio son más intensas que otras, pero existen siempre, desde el momento en que para alguna persona tiene un significado un rincón, podemos decir que el rincón existe.

Sobran ejemplos contemporáneos de situaciones que han creado escenarios proactivos y comunes de afectos compartidos plasmados en la ciudad, desde el 15M, la acampada de Occupy Wall Street, la Primavera árabe, o más recientemente la Nuit debout..

Sin embargo, es a finales de los sesenta y en particular durante el Mayo del 68 cuando se gestan estas dinámicas ciudadanas que interactúan de forma libre, no normalizada con la ciudad tradicional construida, y rígida. Sin redes sociales, sin Facebook ni whatsapp se conformó una gran amalgama de afectos que consiguieron tomar la ciudad, se la reapropiaron y llegaron a paralizar el país.

El Mayo del 68 interesa desde el momento en el que el acontecimiento permite la eclosión de un estado anímico compartido que genera un paisaje disidente y afectivo que crea una idea urbana alternativa, y la materializa  en un escenario común, físico y no, de significados afines, entre personas relacionadas por un mismo vínculo políticocultural.

Pintadas y affiches, adoquines arrancados, apropiación de mobiliario urbano, ocupación de edificios, asambleas callejeras y distintos actos “insurgentes” según la ley. Así es como el “estado de decepción”, anhelo y necesidad de escape que trasciende al espacio físico de la ciudad, toma forma en el soporte físico de París.



El nuevo uso que se hace de los muros y las vallas, de los alcorques y los árboles establece un nuevo espacio, un diálogo colectivo al margen, simbólico, intangible y mutable. La ciudad de París se convierte en un espacio elocuente y los caligramas en sus paredes en el engranaje entre el soporte de lo físico y lo imaginario, o mental, que funcionan en este caso como elementos espacializadores del paisaje disidente creado.

Ante este paisaje cambiante, que además hace referencia y cada vez más a situaciones contemporáneas, nos preguntamos cómo ha de responder la disciplina y con qué herramientas ¿cómo estudiar desde la arquitectura, la antropología o la geografía humana lo invisible, lo fluido, lo inestable?

Superar la cartografía para llegar al Modelo.[5] De la descripción a la elucubración.

The conception of space as static and clearly definable thus becomes untenable – and undesirable. As agents in the ceaseless modelling and remodelling of our surroundings and the ways in which we interact, we may advocate the idea of a spatial multiplicity and co-production.

Models are Real. Eliasson, Olafur.

Surge la necesidad de encontrar un “dispositivo artificial”, creado por el hombre, que sea capaz de transformar la visión estática que se tiene del espacio y que, como la pistola de Marey pero al revés, englobe todos los fotogramas que lo componen y permita documentar con rigor el “constante fluir” en el que los edificios y los espacios de la ciudad se encuentran.

No hace falta decir que el utensilio para percibir ese “fluir” del espacio no será un render o 3D, ni una maqueta al uso, no será un sólo dibujo o perspectiva. “Sería injusto reducir la complejidad de la materia sólo a aquello que puede ser dibujado”. Este utensilio parece estar por inventar y podría traspasar su propia materialidad hasta incluso conformar una teoría.

El objetivo es componer y restituir el paisaje invisible que emergió durante el acontecimiento desde parámetros arquitectónicos, sin embargo la cartografía no es suficiente. Para hacerse una idea compleja de lo que supone el acontecimiento a nivel espacial, y poder mirar las calles de París y ver más allá, se hace un rastreo riguroso de las numerosas huellas, hechos históricos y trabajos realizados en los últimos años.

La cartografía tradicional se queda corta, superarla, nos permitirá pasar de la descripción, a la posibilidad de elucubración. Para esto, inventaremos herramientas propias en cada proyecto, que generen resultados abiertos y que permitan la sorpresa y el descubrimiento. La voluntad de alejarse de las herramientas que procuran resultados, como dice Eliasson en su texto, que hablan del espacio como algo claro y definido nos lleva a dejar atrás la cartografía para abordar el modelo.

En este caso, modelizar significaría, en primer lugar, despojarse de la carga métrica, de las distancias geométricas y físicas. Por eso nuestra propuesta de aproximación al Mayo del 68 parisino se centra en el estudio de los espacios que acogieron el movimiento, en la relaciones espaciotemporales que hubo entre ellos, entre los edificios y las calles, plazas y parques, y entre éstos y las personas que los ocuparon. No interesan las medidas cartesianas. No trabajaremos sobre un plano al uso de París.

El modelo realizado para explorar el paisaje disidente del Mayo del 68 conglomera minuciosamente múltiples situaciones relacionales que se dieron durante la revuelta, rigurosamente estudiadas y puestas unas junto a las otras, o sobre las otras.

El instrumento, en este caso, compuesto por cartón, hilo flexible e imanes es rudimentario en esencia, pero amplía el contexto de estudio al que estamos habituados. Otorga al concepto de maqueta un grado de movimiento y libertad que abre el abanico de soluciones posibles a lo inesperado.

En el diagrama de la red afectiva contestataria elaborado a partir de nuestra aproximación, la trama urbana establecida se desdibuja, el soporte físico, es decir la trama urbana, adquiere matices y deformaciones. Algunos espacios desaparecen pues no generan relaciones con el cuerpo-espacio afectivo y otros adquieren mayor relevancia y altura. Las distancias entre los espacios no se corresponden con los metros o kilómetros lineales que pueden medirse entre ellos sino con lo cerca o lejos que estén unos de otros, es decir de la intensidad de relación entre las partes.

Según estos niveles de relación y afectos de cada momento, se modifican las distancias y las posiciones de los volúmenes que representan los espacios ocupados durante el Mayo del 68. La elasticidad que permiten los hilos permite condensar muchas situaciones en una sola. La “maqueta” no conserva la unidad métrica ni el estatismo de una producción cerrada sino que permite visualizar el confluir del campo relacional contestatario generado en París, incluso deja abierta la posibilidad de generar nuevos relatos, variarlos, introducir nuevas piezas, explorar nuevas situaciones potenciales o que podrían haber ocurrido.

El volumen de las piezas y el movimiento espacial del propio modelo no representa distancias métricas, sino las relaciones topológicas que hay entre los elementos físicos y psíquicos.

El objetivo del modelo móvil es generar una herramienta que permita experimentar y visibilizar el espacio afectivo creado. No con el fin de dilucidar con precisión las características concretas del Mayo del 68 sino con el de utilizar este acontecimiento como punto de partida o ejemplo para aproximarnos y poder vislumbrar la idiosincrasia del paisaje urbano afectivo-emocional creado, poder establecer y modificar las condiciones, y los bornes.

Se trata más de una “mise en scène” de una estrategia experimental y de aproximación, que de una maqueta con pretensión de réplica o representación.

El modelo propuesto no es una invención como la de Marey, pero observar mediante un vídeo[6] esta serie de movimientos relacionales creados permite en todo caso aproximarnos a ese entendimiento de la ciudad como producto espacial que deja de lado la primera y clara aproximación que entiende el espacio urbano como espacio finito.

Es curioso que finalmente, sea el vídeo es la única forma de visibilizar bien los resultados del experimento obtenidos con la herramienta, alterando el tiempo para verlo como una imagen en movimiento continuo. Exactamente el proceso inverso al de Marey con la pistola que congelaba las imágenes.

Los acontecimientos de París en 1968 amplían la idea de la ciudad como resultado de las dinámicas reguladoras del estado, y  la generada por las representaciones del poder y el capital, aproximándonos más a los conceptos de “espacio vivido” y “espacio practicado” de Jane Jacobs[7] o Henri Lefèbvre, filósofo y sociólogo vinculado al situacionismo.[8]

Estos espacios propios, se desarrollan al margen del espacio regulado por las ordenanzas urbanísticas. El espacio afectivo genera un “paisaje urbano ilegítimo”, es decir, que está fuera de la ley, inmune a las normativas oficiales, pero que sin embargo consta de reglas internas, de relaciones topológicas y rizomáticas.[9] Cada una de las partes del sistema se relaciona a través de unas líneas básicas de comportamiento, unas líneas de segmentaridad, como diría Deleuze, algo así como una forma intrínseca de actuación, configurada por las relaciones establecidas con los espacios y elementos cercanos, y no desde unas leyes preestablecidas de ordenación general y jerarquizada.

La esencia misma del movimiento del Mayo del 68 es un campo relacional ajerárquico, plural, diverso y evolutivo. Rico, complejo y, al fin y al cabo, imposible de ser controlado o anticipado por las esferas de poder y sistemas de control establecidos, inmune a la sociedad disciplinaria.

El paisaje creado, modifica mediante procedimientos situacionistas el espacio y la forma en que los habitantes de la ciudad de París hacen uso de él. La relación con los elementos físicos de la ciudad es distinta. Ya Guy Debord, Asger Jorn, y Gil Wolman animaban a que fuesen planteadas desde lo festivo, lo lúdico, y reutilizado, o “”desviado” con miras a “”reapasionar la vida cotidiana”.[10] Los habitantes toman las calles, generan espacios de discusión, se apropian del mobiliario urbano, de las paredes de las fachadas de los edificios, de las marquesinas, de los puentes que cruzan el Sena.

In-conclusión. Mayo del 68, modelo disidente.

La problemática que se nos plantea desde la disciplina arquitectónica consiste en encontrar la manera de abordar esta complejidad que cada vez más aparece como un factor a tener en cuenta en la praxis profesional. El caso de estudio de la revuelta de 1968 permite aproximarnos a un espacio afectivo desde la proposición de una herramienta de trabajo necesaria en toda primera fase de cualquier intervención. Entender qué es lo que hay y saber cómo funciona para poder determinar cómo y en qué grado intervenir. Proponer una estrategia adecuada y saber llevarla a cabo es labor arquitectónica tanto a escala urbana como doméstica.

El entramado social y los espacios afectivos han de integrarse como un factor más a tener en cuenta en el proceso de proyecto. Y si hay que inventar las herramientas para ello, se inventan, generando un material coproductivo y voluble, quizá en base a “”modelos” compartidos que, entendidos como lo hace Olafur Eliasson, permitan abordar los escenarios relacionales y complejos de la contemporaneidad.

La revuelta del Mayo del  68, alejada de las tecnologías y redes sociales tan presentes hoy en día, representa un campo de partida para profundizar en el vínculo que existe entre los espacios físicos y el espacio afectivo-emocional, y en cómo pueden éstos modificar el paisaje urbano. Lo cual sin duda, sumado a muchos otros trabajos y experiencias que se están haciendo hoy en día, nos debería conducir a un mejor entendimiento de la praxis urbana basada en el pensamiento contingente y en el hacer ciudad desde el entramado social, que permita que éstas se autoconstruyan a sí mismas desde los espacios afectivos creados.


[1] Latour, Bruno y YANEVA, Albena (2008). “Give me a gun and I will make all buildings move: An ANT’s view of architecture”, en Geiser, Reto (ed.) Explorations in architecture: Teaching, design, research. Basilea y Boston: Birkhäuser, p. 80-89.

[2] Vesely, Dalibor (2004). Architecture in the Age of Divided Representation: The Question of Creativity in the Shadow of Production. Cambridge, MA: MIT Press; Holl, Steven; Pallasmaa, Juhani y Pérez-Gómez, Alberto (2006). Questions of Perception: Phenomenology of Architecture. San Francisco: William Stout.

[3] Bachelard, op. cit.

[4] Castilla del Pino, Carlos (1998). El delirio, un error necesario. Barcelona: Círculo de Lectores, 1998.

[5]La palabra modelo aquí se usa en el sentido genuinamente castellano, alejado del significa inglés donde la palabra model hace referencia a lo que se entiende por maqueta en castellano.

[6] El vídeo está colgado en youtube: www.youtube.com/watch?v=4jxoS7t3qu8&feature=youtu.be

[7] Jacobs, Jane (1961). Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid: Península, 1973.

[8] Lefebvre, Henri (1974). “La producción del espacio”, en Papers: revista de sociología, no 3, p. 219-229.

[9]4º principio de ruptura asignificante: frente a los cortes excesivamente significantes que separan las estructuras o atraviesan una, un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras”. Deleuze, Gilles (1976). Rizoma. Valencia: Pre-Textos, 2010.

[10] Debord, Guy y Wolman, Gil (1956). “Modo de uso del desvío”, en Les Levres Nues, vol. 8.

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