MIGUEL MILÁ lo dejó

Miguel Milá empezó estudiando Arquitectura, pero cambió de escala para acabar convirtiéndose en uno de los diseñadores más importantes de nuestro país.

Tenemos el placer de encontrarnos con él en su estudio de la plaza Sant Jaume de Barcelona donde conversamos sobre diseño a la vez que repasamos su larga trayectoria.


Miguel Milá durante la entrevista. Fotografía: Guim Espelt


Usted empezó estudiando arquitectura…

Sí, yo hacía arquitectura, con todas las dificultades que tiene un mal estudiante para hacer arquitectura, y más en aquella época.

¿Por qué la escogió?

La escogí porque dibujaba bien y mi hermano dijo: “Si dibujas bien y las matemáticas las aguantas, ¿porqué no haces arquitectura?” Pues… ¿por qué no?

¿Cuándo la dejó?

Fue al cabo de mucho tiempo. Tuve una ventaja en esto: era tan mal estudiante y estuve tantos años que conocía a prácticamente todos los arquitectos que estaban entonces en activo. Hubo una época en la que era amigo y compañero de curso de todos. Yo me quedaba en el mismo sitio mientras todos iban continuando. Me encallé en el cálculo integral. ¡No entendía nada! ¡Me aburría mucho!

De repente, decidí irme. Fue uno de los días más felices de mi vida. Estaba en la escuela y dije: “¿Y si lo dejaras? Pues no estaría mal”. Cogí el portante y me fui. Al pasar por la secretaría dije: “Hombre, tendrías que decirlo”. Pero continué andando… y hasta hoy. ¡Qué bien, qué felicidad!

Entonces empezó a trabajar en el despacho de Federico Correa y Alfonso Milá. ¿Cuáles eran sus tareas?

Hacía interiorismo. Tuve la suerte de que José Antonio Coderch me cotizaba mucho, y esto me dio una seguridad y una autoestima tremenda. El primer interiorismo que hice fuera del estudio fue para la Casa Paricio de Coderch. Imagínate: para un estudiante que Coderch le encargue el interior de una casa… Fue fantástico. Esto me dio empuje.

¿Lo tuvo como profesor?

No, lo tuve de maestro. Federico y Alfonso estuvieron trabajando en su despacho y con este motivo yo participaba de las conversaciones y las discusiones de proyecto. Seguía los consejos de mi padre, que me decía: “Sé útil y te utilizarán”. Pues yo me dedicaba a ser útil.

¿Colaboró mucho tiempo en el despacho?

Unos cuatro o cinco años.

…Hasta que empezó a dedicarse al diseño.

Sí. Las tareas de interiorismo en el despacho estaban dedicadas prácticamente a crear prototipos, objetos, muebles y lámparas que se necesitaban para los interiores, porque entonces no había productos en el mercado con dignidad suficiente. Y esto fue para mi muy bueno, porque creamos cosas, ya que la necesidad empujaba. Esto es una gran ventaja en una época de crisis. Yo siempre he agradecido que mi despegue profesional se produjese en una etapa de escasez.

Luego, como nadie me encargaba nada, porque la gente no sabía lo que era el diseño ni lo que era la necesidad del diseño, monté mi propia empresa[1]. Esto te daba la posibilidad de realizar cosas y venderlas a la familia, a los amigos, o a arquitectos que las necesitaban para sus interiores. Esto en Italia se hacía mucho. Muchos de los que entonces eran mis ídolos –Franco Albini, Ignazio Gardela, Ernesto Rogers o Luigi Caccia Dominioni– empezaron así, haciendo su propia pequeña industria.



¿Qué otros referentes tenía, a parte de los italianos? ¿Eran conocidos, aquí? ¿Cómo llegaba a España su trabajo?

Aquí llegaban por el interés de personas como Antoni de Moragas u Oriol Bohigas. Se invitaba a reconocidos arquitectos extranjeros para dar conferencias. El conocimiento de estos personajes fue lo que introdujo el diseño en España. Había mucha relación internacional. Así como Moragas fue el que trajo el diseño a través de estos ídolos nuestros, André Ricard fue el que lo lanzó fuera, porque era el único de nosotros que hablaba inglés y francés, y esto nos daba un contacto internacional que nos permitió participar en varios congresos.

Por aquella época se fundó el ADI-FAD. ¿Ayudó a la comunicación con el exterior?

Fue precisamente André Ricard junto con Moragas, Bohigas y Marinel·lo quienes fundaron el ADI-FAD. Yo me incorporé al cabo de un año de existir. Entonces empezamos a organizar los Premios Delta que contaban con un jurado internacional que cambiaba cada año. Con esto perseguíamos un contacto internacional que nos permitiese el diálogo con la cultura del diseño y la cultura internacional.

¿Tuvieron dificultades a la hora de montar el ADI-FAD?

Nuestra intención era que ADI (Associació de Disseny Industrial) naciera sin apellido, pero no tuvimos más remedio que juntarnos al FAD (entonces Foment de les Arts Decoratives). Parece mentira, pero en la época de Franco no estaba permitido crear asociaciones. Entonces nos arrimamos al FAD y lo transformamos, hasta tal punto que ahora se ha acabado llamando Foment de les Arts i el Disseny. Este es un cambio reciente, de hace unos tres años. Lo veo muy acertado y a mi me llena de satisfacción.

Institucionalmente, el diseño está cambiando últimamente: la aparición del Disseny HUB…

Yo no soy nada partidario de agrupar todo el diseño y llamarle DHUB porque mezclan el diseño de moda con el industrial o de producto. La moda es un fenómeno socialmente interesantísimo, pero sus bases no tienen nada que ver con las bases en las que se fundamenta el diseño, igual que la arquitectura, a pesar de sus devaneos formales.

Al contrario de lo que debería ser un producto, el diseño de moda resulta en algo efímero…

Moda es aquello que pasa de moda, como dijo un sabio del tema: inventemos algo para que mañana tengamos que hacer otro. Yo me fui de la empresa que fundé (a parte de que no soy empresario y nunca he pretendido serlo) en el fondo porque mis socios me decían que tenía que hacer más lámparas de pie. “¿Yo tengo que hacer otra lámpara de pie? ¡Ya he hecho una!” Ya veremos si sale otra. Si se me ocurre una idea mejor que la que he hecho haré otra, y si no, no.

“Un buen diseño tiene que ser silencioso”

Hace un momento hablaba de André Ricard. Según ha comentado usted alguna vez, tienen las mismas bases, las mismas referencias, pero sus resultados son diferentes.

Él tiene otra forma de plantearse las cosas. Es más cerebral. Escribe sobre diseño, lo que le permite ordenar sus pensamientos. Le admiro en todo lo que yo no tengo. Y por eso te haces amigo de una persona que tiene lo que tú no tienes.

¿Y usted, “qué tiene”?

Yo soy muy intuitivo. Todo lo he hecho intuitivamente. Lo que pasa es que la intuición hay que ir alimentándola: vas fijándote en cosas, oyendo, viendo, mirando, leyendo. Vas recogiendo datos y la intuición se va enriqueciendo y cuando la necesitas sale.

A parte de utilizar la intuición, ¿sigue algún método de trabajo?

No, ninguno en concreto. Diseño constantemente, no paro: cuando voy en moto o por la calle, andando. Veo cosas y digo: “¡Anda, mira, esto se puede hacer!” Cada vez te das cuenta que puedes hacer algo mejor.

Me gusta citar una frase del torero Rafael Gómez El Gallo. Uno de su cuadrilla le preguntó: “Maestro, ¿qué es lo clásico?” “Lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor”. Esto es fantástico. Nunca había oído una definición más acertada. La gente lo ha tratado como un estilo. ¡No, no! Lo clásico no es ningún estilo. Lo clásico es lo clásico, no me venga con historias. Yo solo intento hacer cosas clásicas, aunque no siempre lo consigo.

Usted busca los mínimos elementos, la mínima expresión… ¿Cuándo se da cuenta de que ha llegado a ese mínimo?

Sucede en un momento dado. Tú persigues algo y cuando lo consigues… [chasquea los dedos] te das cuenta. Hay quien le da una utilidad más mística, más intelectual, poética, emocionante, pero esto no es lo mío. Yo no sé hacer cosas inútiles. Para mí lo emocionante es conseguir algo con lo mínimo. Cuando consigo esto siento casi un orgasmo.

Sus lámparas Previa, TMC y TMM son una evolución del mismo concepto de lámpara. Una vez acabada una, ¿qué le lleva a mejorarla?

La TMM fue posterior a la lámpara metálica (TMC), que fue la primera que hice. Surgió de la participación en un concurso de mueble económico, organizado por HogarHotel, en el que se tenía que amueblar toda una vivienda (sin contar la cocina) con 50.000 pesetas. Me esmeré en encontrar piezas baratas y, gracias también a que los carpinteros entonces eran baratos, conseguí hacer una lámpara económica. Ahora es más cara esta que la otra, pero esto no tiene nada que ver. ¿Sabéis como funciona la TMM, no? Cuando la explico siempre digo: “¿Qué lámpara podéis desmontar con la velocidad que puedo desmontar esta?” Solo tiene una parte eléctrica, la pantalla y el pie. Y ya está. [Mientras lo cuenta, le ha dado tiempo de desmontarla y volverla a montar]. Se traslada, no pesa nada. Esto es lo que me empujó a hacerla. Conseguí una lámpara mejor que la TMC.

¿En qué sentido?

Esta es más pura, más sintética. La demostración de que ha sido un acierto, a parte de que se haya producido y vendido, es que no me la ha copiado nadie. Una cosa así no es copiable, porque tendría que ser idéntica.

Alguna vez le han llegado a decir que sus diseños tienen poco diseño.

Me encanta cuando me dicen esto. “¡Qué bien!” Gracias. Aquí tengo un chiste de Forges: muestra un tío que se está probando un chaleco junto al dependiente. “¿Y algo sin tanto diseño?” “En chaleco sin mangas, no”.

[Nos enseña el chiste en cuestión, que tiene colgado en la pared junto a otros recortes e ilustraciones. Hay también una fotografía que aquí reproducimos, que muestra sus lámparas Previa, TMC y TMM].

Esta fotografía maravillosa es de Leopoldo Pomés. La Previa, por ejemplo, no tuvo éxito en mí. Siempre me impresionó una anécdota que me contaron de Picasso, cuando enseñaba dibujo a los hijos de Luis Miguel Dominguín. Les dijo: “Lo primero que tenéis que aprender es a romper los dibujos malos”.

Usted mismo fue profesor durante algún tiempo… ¿Qué intentaba transmitir a los alumnos?

Lo mismo que os estoy contando ahora: mis pasiones por las cosas. Tenéis que sacar todo vuestro entusiasmo y toda vuestra pasión, captar lo máximo y dar lo máximo. Esto es lo que siempre me ha gustado decirles. A mi no me gusta demasiado enseñar. Me cansé. Aunque había gente que valía, gente estupenda, no había una gran respuesta por parte de los alumnos: venían tarde… Y ahora ya es el colmo la desidia que hay.

No sólo en los estudiantes…

Ahora, por ejemplo, me he comprado un coche. ¿No consideráis un pecado de diseño que sea tan complicado entrar y salir? Todo el mundo se fija en los caballos que da y estas cosas. Yo lo infrautilizo, porque está lleno de cosas que no se le piden. A mi, que gaste poco, por supuesto me interesa, pero sobretodo que sea fácil de entrar y de salir. He comprado un coche que tiene las puertas que se abren como antiguamente [lo muestra con las manos: las puertas traseras se abren al revés de lo que estamos acostumbrados, con el eje en la parte posterior]. Los de detrás no sabes lo fácil que entran. Se agarran, ponen el trasero en el asiento y ya están dentro.

“El bienestar es una suma de pequeños detalles”

Los taxis de Londres son así, ¿no? Además son altos…

Sí. Puedes entrar casi de pie. La gente entra tan cómodamente que no se da cuenta del porqué. Hasta que entran en uno que es incómodo y dicen: “¿Qué pasa, por qué este coche es tan incómodo?”.

El buen diseño es, pues, el que no te das cuenta de que está, pero te ayuda.

Claro. Como decía el célebre diseñador Tomás Maldonado: “El buen diseño es el que se comporta como aquellos buenos criados que no te enteras que están.” Te ponen vino y no te has dado cuenta. Esto es lo que tiene que ser un buen diseño: silencioso.

¿Se ha encontrado con algún diseño especialmente bueno últimamente?

Por ejemplo, ahora me he cambiado el cuarto de baño. A la hora de comprarlo me he fijado más que nada en el precio y en la forma un poco, y que no abulte demasiado. Que sea discreto, de ideal standard. Pero cuando lo he tenido en casa he visto que era un Delta de Oro. El otro día advertí que tenía algo que yo no había visto nunca: se me cayó la tapa, pero de golpe… [Nos indica con las manos que la tapa se frena sola al caer]. Esto es un detalle como muchos otros, que parecen tontos pero son los que contribuyen a darte un bienestar. Cada vez que voy al cuarto de baño…  Lo constato.

El bienestar es una suma de pequeños detalles. Cuando diseñé los bancos que hice para la calle [Neoromántico], me preocupé principalmente de quién utiliza los bancos. Los bancos los utiliza mayoritariamente la gente mayor. Y la gente mayor lo que quiere es encontrar un asiento más bien alto. Y sobretodo que le permita levantarse con dignidad.

¿Hay algún objeto que le hubiera gustado diseñar?

Por ejemplo me extasío delante de un objeto que me regaló Achille Castiglioni, de su colección de objetos que iba encontrando. Es un vaso de campaña del ejército americano. Eran dos láminas de acero inoxidable, con una articulación con un agujerito y un tornillo. Se desplegaba y no perdía una gota. Lo doblabas y te lo metías en el bolsillo. Genial. Por este camino puedes hacer tanto bienestar…

Es un poco como Robinson Crusoe. Ese libro me lo había leído yo con fruición. En el fondo somos unos robinsones, por la forma en la que vamos solucionando los pequeños problemas…


Vaso plegable de campaña del ejército americano. Forma parte de la colección de Castiglioni.


Como un artesano…

He tenido la oportunidad de conocer artesanos e industriales pequeños de todo tipo: carpinteros buenísimos, artesanos de la caña de Manila, etc. Pero han ido desapareciendo. Muchos ya no tienen sitio, los han absorbido fábricas importantes. Y es una verdadera lástima, porque el diseño industrial, antes de ser industrial, es artesano. Para que un producto nazca, necesita esta etapa artesanal, y si esto se pierde, se pierde mucho.

¿Cuáles son sus preocupaciones actuales?

Me interesa mucho el tema de la energía solar. Yo la tengo en mi casa desde hace 40 años y me funciona. Te da una sensación de autonomía fantástica. Creo mucho en esto. A mi me gustaría que el mundo se organizase de otra forma de la que está, por supuesto. Y supongo que no soy el único con este deseo. Yo confiaba que con esto de la crisis se consiguiera algo, pero mucho me temo que no.

¿El diseño puede ayudar de alguna forma?

Podría. Podría ayudar mucho, porque si todo el mundo tuviera este concepto del diseño de “con lo mínimo hacer lo máximo” cambiarían muchísimas cosas. Se necesitarían menos cosas, habría menos estrés, y el confort se tendría con otras cosas, no con estos lujos asiáticos de ahora… Lo que hay que hacer es andar un camino distinto. No ir como vamos y si nos equivocamos parar e ir cambiando constantemente. Por eso yo creo en la artesanía, porque te permite corregir. Lo malo es que para que una cosa sea barata tienes que hacer 10.000 unidades.

¿Usted sigue haciendo sus manualidades?

¡Ah! Esto sí. Yo tengo mi taller –desordenado como todos– y cuando me permite el tiempo me meto allí. Me descansa profundamente meterme en manualidades. No tiro nada, lo guardo todo. Las cosas que nadie quiere me las dejan en mi tallercito… y me entretengo. Me divierte resolver cosas chapuceramente utilizando las cosas que tengo al alcance.

¿En qué trabaja actualmente?

Estoy haciendo otro banco junto con mi hijo Gonzalo, que también es diseñador, y estamos intentando hacer cosas conjuntamente. Con él me entiendo muy bien, porque tiene las mismas exigencias que yo. Nos parecemos en la manera de ser… También estoy trabajando en un modelo más autónomo de la lámpara Cesta, aprovechando la tecnología de los LED, pero hay como una especie de catarata de oferta tecnológica que me aturde un poco. Es tremendo, ahora se puede hacer todo. Pero en mi caso el ritmo de trabajo ha bajado. ¡Tengo casi 80 años!

Y sigue sin jubilarse…

Me he jubilado, pero sigo haciendo cosas. A un ritmo más lento, menos estresante. No atiendo encargos. Atiendo sugerencias, eso sí. Ahora más que nunca hago lo que me da la gana.


[1] Tramo, abreviación de “Trabajos Molestos”

Guim Espelt Estopà és dissenyador industrial, amb estudis a l’Escola Elisava i la UPC. Ha col·laborat amb TACP Architects, Studio Suppanen, Apparatu o el Centre de Documentació del DHUB a més de realitzar varis projectes per compte propi. És també autor del blog "Told by Design" i vocal de la junta de l'ADI-FAD.

2 Comments

  1. Pingback: revista diagonal. | Guim Espelt i Estopà

  2. Muchas gracias por esta fantástica entrevista. He visto en un libro dedicado a Coderch , diseños e ideas de un modelo muy similar a la TMM, TMC incluso Previa: el modelo Cister. Un concepto muy similar. Me surge la duda: que fue primero?: TMM o Cister?. Que influencias se tuvieron entre estos modelos?. Gracias. Tomas Marco.

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