JESÚS Mª APARICIO GUISADO. La luz es el tema

Jesús María Aparicio Guisado nació en Madrid en 1960. Es arquitecto con matrícula de honor en Edificación y Urbanismo por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM), donde seguidamente fue profesor de Elementos de Composición con Juan Navarro Baldeweg. Tras estar becado por la Academia de España en Roma (1988) y obtener la beca Fullbright/MEC Columbia University en Nueva York (1989), en 1994 obtiene el grado de doctor en Arquitectura con una tesis codirigida por Kenneth Frampton y Alberto Campo Baeza. Desde 2009 es catedrático de Proyectos Arquitectónicos en la ETSAM. Ha sido profesor invitado y ha dado conferencias en varias universidades europeas y americanas. A lo largo de su trayectoria ha logrado materializar sus ideas en diversos proyectos, ampliamente publicados y premiados.

Quedamos el 27 de abril en la ETSAM para hablar sobre la luz y otras cuestiones importantes para la arquitectura. Cuando llego está aún dando clase, comentando junto a Héctor Fernández Elorza el trabajo de un alumno de máster sobre una casa de Francisco Javier Sáenz de Oiza. Los temas analizados giran en torno a la luz, la gravedad, lo tectónico, lo estereotómico… No podía imaginar un preludio mejor para la siguiente entrevista…


En tu tesis publicada El muro concepto esencial en el proyecto arquitectónico: la materialización de la idea y la idealización de la materia profundizas en los conceptos de lo tectónico y lo estereotómico. ¿Cómo llegas a interesarte por estas cuestiones?

Cuando aún era estudiante empecé a interesarme por la idea de muro. Sin embargo, por entonces lo entendía como un elemento arquitectónico que separa el interior del exterior y que se constituye como algo pesado, matérico, masivo, portante, como un elemento fundamentalmente sometido a compresión. De hecho, mi primer esbozo de tesis doctoral iba en esa dirección y, cuando estuve becado en Roma, analicé algunos edificios murarios antiguos desde este punto de vista. Sin embargo, mi posterior estancia en Nueva York con Kenneth Frampton sirvió para matizar y ampliar mis ideas. Con él desarrollé un trabajo de análisis de la Fansworth House de Mies van der Rohe. Yo partía de la idea de que el muro era un elemento intrínseco y fundamental en la conformación de la arquitectura, el muro era sinónimo de arquitectura. Sin embargo, me di cuenta de que, pese  a que no había muros como yo los había entendido hasta entonces, en la Fansworth House había mucha arquitectura. Eso me obligó a reformular mi idea de “muro” como un elemento que, en virtud de determinadas concepciones espaciales, puede llegar a desmaterializarse. Además, Frampton me invitó a leer la traducción de Mallgrave y Herrmann de los textos de Gottfried Semper, hecho que me permitió entender la idea de muro a partir de los dos arquetipos espaciales de la arquitectura: la cueva y la cabaña. En la cueva, el paradigma de la arquitectura estereotómica, el muro construye el espacio por sustracción y apertura, y se conforma como un elemento masivo a modo de divisor entre dos mundos distintos, el interior y el exterior. En cambio, en la cabaña, el paradigma de la arquitectura tectónica, el espacio se obtiene por la velación del espacio existente, y se constituye el muro como “límite”, en el sentido que da Heidegger a este concepto.

¿Qué tienen que ver estas cuestiones con la luz y la gravedad?

La cueva y la cabaña son dos formas diferentes de aproximarse al hecho arquitectónico y tienen mucho que ver con la luz y la gravedad, las dos únicas invariantes que han existido en las arquitecturas de todos los lugares y de todos los tiempos. Ambas se constituyen como energías que la arquitectura necesita canalizar a su favor para llegar a materializarse: la primera es una energía luminosa vinculada a la iluminación, la visión y el calor, mientras que la segunda se expresa a través del peso.

¿Qué diferencias hay, en relación a la luz, entre lo tectónico y lo estereotómico?

Lo estereotómico está relacionado con la idea de luz, mientras que en lo tectónico no se celebra la luz sino la visión. En lo tectónico hay continuidad entre el interior y el exterior, mientras que en lo estereotómico no. Por ejemplo, lo determinante en el Panteón de Roma es la luz que penetra por el óculo superior, mientras que lo fundamental en el Partenón de Atenas es la visión del horizonte a través del peristilo. Se descubre entonces que la arquitectura tectónica es más sensible al lugar que la estereotómica, donde lo determinante es la latitud. En todo el mundo hay medio año de luz diurna y medio año de noche, pero en cada latitud las características de la luz, la alternancia entre el día y la noche, o la inclinación y la intensidad de los rayos solares son distintas. La emoción espacial producida por el movimiento de la luz en el interior del Panteón se daría igualmente si, en vez de estar en Roma, estuviera en otro lugar con la misma latitud. Pero, en cambio, el templo de Segesta o el Partenón tienen una relación con el exterior, con el horizonte, que solamente en ese lugar es adecuada.



¿Y en lo que se refiere a la gravedad?

Hablando en términos estructurales, podría decirse que las estructuras estereotómicas tienden a ser macizas e hiperestáticas, es decir, tienden al equilibrio estable; mientras que las tectónicas tienden a ser estructuras isostáticas de piel y huesos y, por tanto, tienden a un equilibrio inestable. En una estructura estereotómica todo el material es estructural y las cargas van por todos lados mientras que, en la tectónica, la materia estructural se emplea con mucha más eficacia y precisión, y las cargas se encauzan solo a través de determinados elementos. Además, se expresa mejor la estructura en un espacio tectónico que en uno estereotómico porque en la estructura tectónica es posible reconocer los distintos elementos, su función resistente, el recorrido de las fuerzas, etc. En el Partenón cada elemento estructural evidencia el descenso de las cargas, mientras que en el Panteón esta lectura sería imposible si no fuera, precisamente, por los elementos tectónicos que se embeben en la monolítica estructura maciza, como los casetones y los nervios de la cúpula, los arcos de descarga visibles en el muro exterior, etc.

¿Por qué es tan importante la expresión de la estructura?

Estoy convencido de que la estructura es lo realmente sustantivo en la constitución del espacio. Si la estructura no encauza la gravedad de tal manera que exprese el espacio que quiere construir, no hay posibilidad de hacer buena arquitectura. Estudiando la arquitectura antigua uno advierte que entre la estructura y el espacio existe una relación muy poderosa. Cualquier cambio en la estructura modifica totalmente el espacio. Pasa algo parecido entre la estructura y la luz, pues son también dos cuestiones íntimamente relacionadas. Lo verdaderamente importante en la arquitectura es que la estructura esté bien, pues en ella se encuentra, al margen de aditamentos posteriores, el genotipo del espacio construido. En clase insistimos mucho en la idea de que la estructura no es algo que se añade una vez hecho el proyecto para resolver un problema de peso o de cargas, sino que expresa la cualidad del espacio, lo ordena. La estructura no es un enemigo del espacio, es un aliado. Se descubre entonces que el peso que debe transmitir la estructura, al final, es el recurso para que exista el espacio.

Hay arquitectos en los que no es posible hallar correspondencia alguna entre su obra escrita y su obra construida, pero sin duda no es tu caso…

Lo que me has dicho es el piropo mayor que me pueden echar. Yo procuro que entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago exista la mayor coherencia posible. Los intereses de mis obras son los mismos que los de mis textos.

Me gustaría comentar algunas cuestiones de tres de tus obras. La primera de ellas es El aulario y la sala de exposiciones de las Arquerías de Nuevos Ministerios de Madrid, que se constituye como toda una exploración de la manera de expresar el peso y la flotación mediante la luz y la sombra…

Efectivamente, esta es una de las cuestiones fundamentales de este proyecto, que desarrollé con Héctor Fernández Elorza. En la parte inferior del aula se construye una pieza de hormigón de canto considerable en forma de “U” que delimita un nuevo espacio a una cierta altura. En la parte superior de ese espacio se disponen unas cortinas cuya misión es controlar la luz que ingresa desde lo alto. Entre estos dos elementos se establece una cierta tensión que se manifiesta por efecto de la gravedad y de la luz. Por un lado, a pesar de estar formada por un material pétreo y pesado, la pieza en “U” parece flotar en la sombra, pues sus verdaderos apoyos quedan ocultos a la visión. En cambio, por otro lado, aunque las cortinas están hechas de un material textil y mucho más ligero, en su forma se revela la caída de la gravedad. La “U” de hormigón pesa pero flota, mientras que la cortina de terciopelo es ligera pero cae. Se evidencia de esta manera la contraposición entre lo pétreo y lo textil, entre lo estereotómico y lo tectónico. Este tipo de efectos, obtenidos mediante el empleo de la luz y la sombra, son los que permiten hacer evidente la presencia de la gravedad en nuestra vida cotidiana. En la sala de exposiciones del sótano hay también una reflexión sobre el apoyo, el peso, la luz y la visión. Este espacio era un antiguo hangar de Renfe construido en los años veinte, cubierto por una bóveda de hormigón y sin ninguna fuente de luz natural. Lo que se hace aquí es construir dos paramentos superpuestos a los muros de contención que soportan las cargas de la tierra y la cúpula. En la parte superior de este nuevo paramento, en el intersticio que queda entre él y el muro original, se dispone una franja de luz artificial que da una iluminación rasante a la bóveda abujardada, y se intensifica así su condición material pétrea y pesante. Sin embargo, mediante esta operación se consigue ocultar, al mismo tiempo, el apoyo aparente de la bóveda, que parece soportarse únicamente en la luz. Así pues, en el aulario, el elemento estructural parece estar soportado por la sombra, mientras que en la sala de exposiciones parece como si la bóveda se aguantara sobre la luz. En ambos casos se acentúa su condición de materia pesada, a la vez que se ocultan visualmente sus verdaderos apoyos.

Para ubicar la exposición Exilio en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro en Madrid construiste un edificio dentro de otro ya existente. Creo que en esta decisión subyace una reflexión muy interesante sobre la relación que apuntabas antes entre la estructura y la luz…

A pesar de ser un edificio magnífico, el Palacio de Cristal no parecía ser un espacio especialmente adecuado para la exposición que se quería alojar en él. Por un lado, la total transparencia de sus límites inundaba el espacio de una luz excesiva y poco adecuada para la contemplación de los objetos expuestos y, por otro, la escala del espacio en relación a la dimensión de las piezas a exponer parecía desmesurada. Para solucionar estos dos problemas con un solo gesto, se proyectó un plano horizontal a una cierta distancia del suelo, cuya misión era controlar la escala, quitar luz, crear una sombra, concentrar la visión en los objetos expuestos y controlar la visión del parque desde el interior del ámbito expositivo. Este nuevo plano estructural seguía el trazado de las columnas existentes pues, en favor de la transparencia y la visión, no se querían añadir más soportes. Para controlar el nivel de iluminación general del espacio expositivo a fin de convertir la dura y sólida luz del palacio en una luz homogénea y difusa, había que ajustar muy bien tanto su altura exacta como su proyección en planta. Se empleó el color blanco porque le da a la luz una dulzura y una placidez espacial muy agradecida en un espacio expositivo.

Por último, en la Casa del Horizonte en Salamanca lo más importante es la visión a la que antes aludías al hablar de lo tectónico. El horizonte se convierte aquí en el protagonista del hecho arquitectónico…

La casa del horizonte es un proyecto muy particular, pues ha sido la única ocasión en que el lugar no me ha venido dado por una u otra razón. De entre los posibles sitios donde se podía proyectar la casa, elegí la parte más alta de una colina que, en su ladera sur, ofrece una visión lejana de los campos de Castilla. Muchos años antes, pensando en el lugar ideal del paradigma tectónico, dibujé un paisaje muy parecido, un lugar donde el hombre podía observar el horizonte subrayado por la arquitectura. Entre mi dibujo y el terreno de la casa solo había que sustituir el mar por el campo. La idea principal del proyecto era, pues, apropiarse de ese horizonte lejano. Para ello, el proyecto se concibe como un recorrido desde lo estereotómico hacia lo tectónico. La parte inferior de la casa se constituye en un zócalo estereotómico a modo de cueva, construido con hormigón ciclópeo. La parte superior se cubre con un techo plano, un elemento tectónico con el que se subraya el paisaje. Entre el zócalo y el techo se construye el espacio habitable de la casa, un espacio horizontal que, mediante la transparencia de plementería de cristal, atrapa el horizonte para ofrecérselo a sus habitantes.

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